A los sediciosos se les ha indigestado la verdad. La verdad es que España es una Nación tan vieja como ninguna otra en Occidente, y también tan joven hoy como la que más; que los españoles conviven pacíficamente, trabajan con más éxito que sus vecinos y hacen poco caso de los agoreros; que la mayoría es solidaria con sus connacionales y siente como propio todo el país.
Conmemorando el inicio de nuestra democracia el Rey desplegó ayer en el templo de la soberanía nacional el conjunto de atributos, derechos y obligaciones que la sociedad española hizo suyos en la Constitución. Y aunque hoy parezca fácil, lo hizo de forma heroica, guardándose unos la ira y otros los miedos con la generosidad que sólo la libertad puede propiciar.
Atrás quedaron siglos de tirarse las ideas como piedras a la cabeza hasta llegar al fratricidio. Los constituyentes y sus representados quisieron hacer historia y lo consiguieron; una historia de éxito, coral, escrita a dos manos.
Por eso resulta absurdo el empeño de algunos en reventarla, reabrir los senderos de viejos fracasos, recrearse en la frustración de lo que no fue porque, sencillamente, no podía ser. No aportan nada nuevo, se recrean en las ruinas de los reinos de taifas, las guerras civiles o intentonas golpistas como las catalanas de los años treinta.
Y si salen fuera se quedan alelados frente al fantasma del muro de Berlín o el actual paraíso de libertades bolivariano. No salen de la cultureta audiovisual dominante desde la que pontifican sin sentido, confundiendo el rábano con las hojas o al comisario Conesa con Billy el Niño.
Pero ahí siguen, podemitas y sediciosos catalanes, dando coces contra el aguijón, titulo por cierto que dio a sus memorias el disidente soviético Solzhenitsin. ¡Cuántas cosas se evitarían leyendo, sacando conclusiones de experiencias ajenas! Cuestión de educación.
Mal tienen que darse las cosas para que no acaben haciendo el régimen del ajo y agua, ya me entienden. Aunque hoy, unos y otros, tengan puestas sus esperanzas en el insólito secretario general socialista que siega la yerba bajo los pies de quienes no controla, como a los representantes de su propio partido en la mesa del Congreso.
El dirigente de lo que debiera ser la socialdemocracia española que prefiere alinearse con Trump antes que con Trudeau. O con Le Pen antes que con Macron, o con Grillo mejor que con Merkel…. ¿Hasta cuándo podrá seguir desencuadernando el socialismo en libertad, marca con la que el PSOE se presentó en sociedad hace cuarenta años? Con ella gobernó más de media vida de la Constitución Española.