No fue hoy su mejor día, y no tanto por el huevo que le escalfaron en su cuidada melena como por haberse dado a conocer la sentencia que Pablo Manuel Iglesias Turrión quiso mantener en secreto. ¡Toma transparencia! Al cabo de un año se ha levantado el velo con que consiguió tapar su ansia por consolidar una situación profesional; más de treinta mil euros anuales.
Extraño amor por la transparencia; ni plasma ni pluma, secreto. Que “la gente” no sepa que llegué a los tribunales para apañar unos duros… Sería de interés conocer quién en el Juzgado de lo Contencioso Administrativo nº 18 de Madrid, y cómo, se las ingenió para satisfacer la pretensión del podemita: que de la sentencia no se curse copia a la oficina de comunicación del Tribunal Superior de Justicia.
Jueces los hay de todos los colores pero últimamente lucen tanto o más que políticos al asalto de los cielos. Ahí está el numerito preparado por de Prada y de Diego, magistrados de la Audiencia Nacional negando a un Presidente de Gobierno declarar por teleconferencia como los podemitas Errejón y Bescansa hace ocho meses. O tres años atrás los sediciosos catalanistas Mas y Gispert, Presidenta de la Cámara catalana.
Si no fuera cuestión de mayor enjundia resultarían risibles las razones aducidas por los citados jueces para negar al Presidente del Gobierno de la Nación el derecho a testificar como lo hicieron tantos otros desde que hace trece años se abrió tal facilidad; o la de hacerlo por escrito, a la que se acogió Manuel Chaves siendo vicepresidente del Gobierno Zapatero.
Dicen los buenos señores que Rajoy no comparecerá como presidente del Gobierno sino como un ciudadano español en calidad de testigo… en un acto ciudadano que se enmarca en la normalidad democrática y del Estado de Derecho. Así; tal cual.
Y no satisfechos, añaden en el auto que, en cuanto poderes estatales, el tribunal del que forman parte se sitúa en el mismo plano que el ejecutivo, por lo que la comparecencia personal de su máximo representante revela una sana relación institucional. Palabra; así lo han dejado escrito.
En fin… la picota.