A base de declinar géneros, compañeros y compañeras, afiliados y afiliadas, etc., se puede llegar al ridículo en que cayó Sánchez cuando muy serio y solemne introdujo en el debate, apenas iniciado, su gran aportación a las primarias socialistas: “como muchos de nosotros y nosotras…”. Como suena: nosotros y nosotras. A partir de ahí poco cabía esperar de un personaje comido por el resentimiento, sólo eso: rencor.
El partido está como está por haberle forzado a dimitir hace unos meses en aquella misma sala en que se celebraba el encuentro. Y por haber permitido con su abstención que Rajoy esté hoy en la Moncloa; este fue el leit motiv de toda su intervención.
Díaz, uno de los arietes que en el pasado otoño derribaron los muros de aquella Ejecutiva, cortó el juicio de un mandoble: “No, Pedro, Rajoy está donde está porque tuvimos 85 diputados, el peor resultado en la historia del partido”.
Y con otro, la queja del ex secretario general de haber sufrido durante su mandato toda clase de críticas internas: “Tu problema no soy yo, Pedro, tu problema eres tú. Todos te han abandonado, deberías hacértelo ver”.
Clarificador encuentro del que nada quedó claro. Salieron de sus burladeros los tres candidatos a gobernar el centenario partido tal y como habían entrado, cada cual con su pasodoble. Incluido López, tercero en discordia, el vecino de al lado que insistió hasta la saciedad que él no iba a entra en debatir como hacían sus colegas hasta que se hartó y espetó a Sánchez, “Pero Pedro, ¿tú sabes lo que es una Nación?”.
Pedro se había hecho un lío con su último descubrimiento de las naciones culturales, asunto que permitió a Susana reprocharle que cada día de la semana no se puede tener una visión distinta de España.
Como es natural de Europa no se dijo una palabra, pese a ser uno de los puntos del debate, y de la economía, poco menos que nada.
En suma, puyazos y poco arte en el ruedo. Sánchez no hizo ningún asco al frente popular, Díaz se aplicó al decir que lo propio del PSOE es combatir la desigualdad que ha permitido la aparición de populistas que prometen soluciones fáciles para problemas difíciles, y López, vibrante como nunca se le vio hasta ahora, recordó las esencias del socialismo que mamó en casa, tiempos de su padre Lalo López Albizu, Nicolás Redondo y Ramón Rubial, socialistas vascos en las Cortes constituyentes.
El quid del asunto está en que quienes han de dirimir el enfrentamiento entre los candidatos avalados para llevar el partido hasta las próximas elecciones son militantes, ciento ochenta y siete mil militantes, menos del 0,8% de los votantes en las últimas elecciones.
La apelación a la militancia fue el baipás ideado por Sánchez para intentar salvarse del juicio de su Ejecutiva tras los reiterados fracasos electorales, y endosar la responsabilidad de la iniciativa a la masa militante. Hasta qué punto ésta encarne a la socialdemocracia capaz de suscitar los apoyos necesarios para gobernar el país resulta francamente dudoso.
Pese a ello, o por ello, Pedro Sánchez sigue en sus trece, recuperar el sitial del que fue desalojado; Susana Díaz retóricamente traslada a la militancia si al PP no le convendría volver a tener enfrente al candidato que ya derrotó en dos ocasiones, y Patxi López reclama unidad porque el PSOE es la única esperanza que tienen los perdedores de la crisis y de la globalización. Amén.