Hace tres años murió Adolfo Suárez. El Centro de Estudios Políticos y Constitucionales que dirige el profesor Benigno Pendás ha dedicado una sesión al presidente de Gobierno que transformó en democrático un Estado totalitario.
Fue hace bastante tiempo, ya cuarenta años, cuando todos los españoles pudieron votar según su leal saber y entender. Año y medio después, una Constitución garantizaba las libertades y derechos ciudadanos. España comenzó a vivir en democracia; sin apellidos.
“Se me encargó la misión de llevar a buen puerto la reforma política de nuestro país…” dijo ante las cámaras de televisión antes de anunciar su candidatura a la presidencia del Gobierno en las elecciones que se celebrarían un mes después. Y concluyó su mensaje: “El mañana ciertamente no está escrito pero ustedes, y sólo ustedes, lo van a hacer”. Fue el 3 de mayo de 1977.
Un mes antes, coincidiendo con la Semana Santa y tras la inhibición del Tribunal Supremo, había asumido la responsabilidad legalizar el Partido Comunista. El líder de la derecha calificó el hecho de “golpe de Estado, grave error político y quiebra, a la vez, de la legalidad y la legitimidad” (Fraga). Dimitió el ministro de Marina (Pita) y los cuartos de banderas registraron actividad inusitada.
Pero el Consejo Superior del Ejército emitió un comunicado para expresar que “la legalización del Partido Comunista ha producido una repulsa general en todas las Unidades del Ejército. No obstante, en consideración a intereses nacionales de orden superior, admite disciplinadamente el hecho consumado.”
Suárez aprovechó aquel mensaje televisado para explicar por qué había legalizado a los comunistas. “La política, si queremos que sea positiva, no debe hacerse a base de sentimientos sino sobre los datos de la realidad.”
“Sólo la Ley puede marcar los caminos. Y en este sentido el Gobierno recuerda el principio de igualdad ante la Ley y está dispuesto a aplicarla con el máximo rigor…
“Yo, señores, no sólo no soy comunista sino que rechazo firmemente su ideología. Pero sí soy demócrata, y sinceramente demócrata…
“Nuestro pueblo es suficientemente maduro para asimilar su propio pluralismo…
“Pienso que en una democracia todos somos vigilantes de nosotros mismos, testigos y jueces de nuestros actos públicos; que hemos de instaurar el respeto a las minorías legales; que entre los derechos y deberes de la convivencia está el de aceptar al adversario, y si hay que hacerle frente, hacerlo en competencia civilizada.”
Como el profesor Santos Juliá expuso en la sesión del CEPC, contra los arúspices que descalificaron su designación real para dirigir el cambio, Suárez demostró enseguida ser un hombre de Estado, y sinceramente demócrata.
Suerte tuvimos con este político de vocación.