No hay día sin motivo para sentirse desolados; Mas, el que desencadenó la sedición para tapar tantas comisiones y latrocinios, llega a Madrid y se monta un pequeño espectáculo con figurantes disfrazados ¡de falangistas! y banderas de guardarropía.
Como hace cuarenta años tras cada uno de tantos crímenes etarras, el medio centenar de manifestantes gritaba “Gobierno, traidor, defiende a tu nación”, y al delincuente catalán: “Mas a prisión, por corrupto y por ladrón”. La escena se desarrolló ayer en el madrileño barrio de las letras, a las puertas del Ateneo que en su día dirigió Azaña, último presidente de la última república española.
Hay iniciativas que resultan difíciles de comprender. Suponer que un coloquio con Mas puede arrojar alguna luz sobre el conflicto catalán es demasiado ilusorio. ¿Cómo resolver en una tarde lo que no supieron ni pudieron los constituyentes del 36, la entonces llamada “cuestión catalana” ante la que terminó Ortega rendido inventando el concepto de la conllevancia?
Todo hizo pensar a muchos que admitiendo el palabro “nacionalidades”, la doble velocidad autonómica, los derechos históricos y otras reclamaciones hechas por los propios nacionalistas, la Constitución del 78 podría estar zanjando el asunto -lo de los vascos era harina, negra, de otro costal-, pero no ha sido así.
El juego político dejó demasiado pronto de ser de caballeros. Y ayer el delincuente, de momento condenado tan sólo a dos años inhabilitación, se permitió decir que en Cataluña la Constitución tenía legalidad pero había perdido la legitimidad. Bizarro pensamiento; vieja confrontación ésta entre legalidad y legitimidad tan del gusto del tradicionalismo histórico, al que tanto deben nuestros actuales nacionalistas, causante de tres guerras civiles en nuestro siglo XIX y una cuarta en el XX.
Sólo un ignaro puede enfrentar tales conceptos en nuestro sistema. La legitimidad exige el respeto de la legalidad, incluidos los procedimientos en ella establecidos para cambiarla. ¿En qué manos ha estado, y está, la Generalitat?
Tiempos de desolación, lo peor para hacer mudanza como reflexionó el de Loyola. Aunque tal vez no quepa otra; demasiada pérdida de sentido en demasiados sitios. Lo de los socialistas de un distrito madrileño votando ayer contra el homenaje al Rey Felipe que significó dedicarle el parque creado en Valdebebas da la talla de cómo está ese patio sin necesidad de que Sánchez gane las primarias.