No hay cosa peor que el fuego amigo, ¿o es que ya no son amigos? La nota emitida por la fundación que preside Aznar no tiene pase. En una suerte de enrocamiento similar al que su amigo Pastrana adoptó ante el proceso de paz iniciado por Santos en Colombia, el presidente de honor del PP rechaza de plano que el Gobierno de su partido trate al fin de poner sentido común en el conflicto nacionalista. Cuánto de ese sentido tan poco común pueda caber en las mentes de los sediciosos es una incógnita que convendría despejar cuanto antes para andar seguros.
El presidente del Gobierno de España que lo fue gracias a Jordi Pujol, en cuyas manos puso la enseñanza de los niños catalanes que hoy piensan que el Ebro es tan suyo como un tal Cervantes, es la última persona con autoridad para entrar en liza sobre la cuestión catalana.
Con esta irrupción extemporánea tal vez trate su protagonista de que nada se mueva, porque reconociendo la nota que apurar el dialogo es una buena idea avisa que “no debería llevarse al extremo de prescindir de una historia reciente en detrimento de las posiciones que el PP adoptó en su compromiso con la Constitución.«
Ponerse la venta antes de la herida es una maniobra dialéctica perfectamente válida, incluso muchas veces útil, pero ¿es la mejor forma de hacerlo dándole cuartos al pregonero? Y en cualquier caso no parece demasiado propio meterse en el berenjenal de los impuestos, la desigualdad y demás terrenos de laboreo de la oposición.
Acusar de acomplejados a los actuales responsables de su partido produce hilaridad, francamente, al recordar aquella tierna confesión de que él hablaba catalán en la intimidad. Bien está la ironía en los políticos, lo malo es lo poco que les dura cuando asoma la niebla del rencor.
Tal vez debiera Aznar revisar la nómina de sus más cercanas asistencias, y en todo caso medir la oportunidad de sus apariciones. Hacer de Pedro Sánchez a estas alturas …