El ciudadano Garzón no lo es más porque no entrena lo suficiente. Decir, como ha dicho, que Rajoy será presidente gracias a la traición histórica del PSOE retrata hasta dónde puede llegar un comunista puesto ante un micrófono. Los votos, las urnas, parecen importarle un pimiento. Cree que la calle es suya, como medio siglo atrás dijo un ministro de Franco; ¿se habrá parado a pensar de dónde salen los votos del PP, que es lo que realmente hace presidente a Rajoy?
Tampoco se habrá parado a pensar por qué perdieron él y sus amigos medio millón de votos en seis meses. Quizá haya alguien que atiende mejor a lo que la calle necesita de lo que ellos presumen. Movilizar el descontento es el camino más directo a la frustración colectiva.
El ciudadano Garzón comunicó al Rey que habrá follón desde el mismo día de la investidura, como si esto fuera la Venezuela de los bolivarianos que sus compañeros de viaje podemitas instruyeron para asaltar parlamentos.
Por esa vía poco van a cosechar; ellos seguirán calentitos y aforados en el Congreso mientras los manifestantes pueden sufrir en sus propias carnes la carga de los vergajos policiales. Cada cual en el sitio que le corresponde, que es como siempre se han hecho las revoluciones.
Impresentable el diputado que habla del ciudadano Felipe Borbón. Tanto como su jefe parlamentario, el coletudo que alquiló un esmoquin para asistir a la Gala de los Goya pero se descamisa ante el Jefe del Estado.
Mal paso dio el servicio de protocolo de la Casa Real el día, pronto hará un año, en que permitió entrar de semejante guisa al parlamentario Iglesias; claro que después de haber visto poco antes en la apertura de aquella breve legislatura a la colega del escaño vecino dando la teta a su bebé ¿de qué cabe extrañarse?
El de la coleta se levantó hoy hablando de que viene “un gobierno ilegítimo de un régimen ilegítimo”. Será cursi el tipo.