Con dieciocho bastaría; no haría falta que todos a una se fueran de la Ejecutiva del PSOE para levantar a Sánchez del sillón al que ha querido atornillarse mediante la convocatoria exprés de un Congreso, nada menos: que hablen las bases.
Pero como esto lejos de ser Venezuela es una democracia de verdad o sea representativa, con sus leyes y reglamentos, los representantes de esas bases, y algunos que también se sienten responsables de sus electores, están diciendo que hasta aquí llegó la mierda.
Y la fórmula para desalojar al perdedor impenitente es vaciar la ejecutiva, con la mitad basta, para que una gestora se haga cargo del partido hasta la convocatoria formal del preceptivo Congreso, que debería celebrarse una vez haya Gobierno. Hace nueve meses, cuando esperaba ganarse la investidura, así lo propuso el mismo Sánchez y ratificó el último Comité Federal celebrado.
Una gestora al frente del partido ya tuvo un sonado y trascendental precedente en la primavera de 1979. Tras perder por segunda vez frente a la UCD de Suárez, el entonces Secretario General socialista propuso borrar de los estatutos las alusiones al marxismo. El Congreso derrotó la propuesta y Felipe González hizo lo que hay que hacer ante las derrotas, dimitir.
El partido nombró una Gestora que presidió el abogado y senador Carvajal, y cuatro meses más tarde, septiembre, el Congreso Extraordinario aprobó la tesis reformadora y González volvió a la SG. Tres años después ganaba las voluntades de la mayoría absoluta de los electores.
Trauma por trauma, el de este año será hondo pero no más que aquel, con el partido haciéndose al compás de la democratización del país. Hoy la situación es inversa: el mismo partido está contribuyendo a cargarse la democracia como vía ordinaria de sustanciar conflictos y diferencias.
Aquello de que el que resiste acaba ganando requiere del resistente más luces de las que asisten a Sánchez. Felipe González dimitió pero mantuvo su apuesta y terminó ganándola porque le asistía el curso de la Historia; poco más tarde, en la noche del 9 de noviembre de 1989, el marxismo caía definitivamente enterrado bajo los escombros del muro de Berlín, y la socialdemocracia se establecía en media Europa como el partido dominante de las izquierdas.
Con el cuento de evitar el sobrepaso de Podemos en dirección opuesta corre el seguidismo que los actuales mandamases socialistas hacen del marxismo bolivariano de Iglesias, Monedero y cía., tema éste tan interesante para un club universitario de debate como nefasto allá donde jala del poder. Cómo no va a haber 18 socialistas dispuestos a parar el cachondeo –RAE: Falta de seriedad o rigor en un asunto que lo exige.- que viene enlodando la política nacional.
Alimentado vorazmente de derrotas electorales Sánchez vive encerrado en su propio capullo con la esperanza de transmutarse en crisálida de la que resurgir. Pero la vida política es bastante más compleja que la cría del gusano de seda. Quien se encapsula suele resultar estéril; de hecho, del personaje no ha salido una sola idea política en los dos años que lleva al frente del partido.