El artículo 67 de la Constitución dice en su número 2: “Los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo”.
La formulación de tal precepto viene de antaño, desde que la Constitución de 1812 proclamó que la soberanía reside en la Nación -«la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios«- , y que la actual expresa en su artículo primero diciendo que “El pueblo español es el titular de la soberanía nacional y de él emanan todos los poderes”.
Y concreta el texto constitucional más adelante que el pueblo está representado por “las Cortes Generales, formadas por el Congreso de los Diputados y el Senado”.
Es decir, son los electores quienes otorgan la capacidad representativa a los elegidos, pero éstos pasan a representar al conjunto de la Nación, tanto el salido de las listas que un partido presentó por Cuenca como el que otro partido presentó por Gerona. Como representantes de la soberanía nacional han de sentirse libres, libres de imposiciones territoriales o partidarias.
Dicho de otra forma, su libertad viene a garantizar que las decisiones de las cámaras sean coherentes con los intereses generales de la ciudadanía.
¿A qué viene todo esto? A poner de manifiesto hasta qué punto la imposición del mandato del NO en las filas socialistas trastorna la base de la democracia.
La consigna partidaria está cumpliendo el mismo papel que ejercían los monarcas absolutos antes de ser desposeídos de su carácter providencial; o el que los caciques imponían en los tiempos de los llamados burgos podridos, no tan lejanos en algunas demarcaciones de nuestra geografía.
Los partidos democráticos, además de respetar la pluralidad de pensamiento de sus militantes dentro de los límites lógicos que se derivan de su ideología, “expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política”, también indica nuestra Constitución. Es decir, que sus militantes han de respetar a sus electores, a quienes participan políticamente a través de ellos, como a estos les gustaría ser respetados por sus cuadros de mando.
¿Están todos los votantes socialistas por unas terceras elecciones, no cumplir con las obligaciones comunitarias, retrasar los presupuestos de la Nación, etc.? ¿Y sus militantes; acaso la cúpula partidaria creada hace un par de años y que va perdiendo votos y prestigio a cada paso por las urnas está satisfecha con el mandato imperativo del NO?