“No se puede ir a nuevas elecciones sin decirles a los responsables de los partidos, ustedes son los que se tiene que ir. No le pueden decir a la gente que se ha equivocado a la hora de votar”.
Desde Buenos Aires, y en larga conversación con los periodistas Cantelmi y Kirschbaum, el refundador del PSOE pone su grano de arena en la crisis institucional a que puede conducir la reluctancia de Sánchez a dejar paso a un nuevo Gobierno.
“Si no es posible armar gobierno hay que dejar formar gobierno, y eso lleva a la abstención”. No le importa tanto quién haya de ser su titular; lo da por hecho, “aún si Rajoy no se lo merece”.
Felipe González acumula demasiadas experiencias como para saber cuándo conviene callar y cuándo hay que hablar; y no lo hace a humo de pajas. Se supone que su autoridad debería hacer mella en la berroqueña resistencia que la camarilla del sucesor de Zapatero opone a la aceptación de la realidad. Pero no está tan claro; los palafreneros de Sánchez salieron en tromba agitando la bandera del “no es no”.
Comenzando por el economista Sevilla, recordando que Felipe no se abstuvo en las investiduras de Suárez, Calvo Sotelo o Aznar, y siguiendo por ilustres perdedores en sus respectivas demarcaciones como el castellano leonés Oscar López, el murciano López Tovar, el malagueño Torres Mora o la castellano manchega Magdalena Valerio que, muy desparpajada ella, pidió que González y demás históricos “se callen de una puñetera vez”.
Clara demostración de hasta qué punto están más preocupados por el liderazgo orgánico que por el liderazgo social, distinción que González hace en la entrevista publicada por Clarin:
“La propuesta de Pedro Sánchez era votar que no, y luego que no, aunque eso suponga que no se forme gobierno. Los líderes políticos no se dan cuenta de que el liderazgo social es prioritario sobre el liderazgo orgánico. Si uno no tiene crédito en la sociedad ¿de qué le sirve liderar el grupo? Yo creo que la dinámica en que está el Partido Socialista es más orgánica que de proyección social.
La lección vale para los de Rivera y demás representantes de la gente que el 26 de junio ratificó lo que ya había adelantado el 20 de diciembre anterior. El camino que conduce a una tercera prueba electoral, además de suicida para algunos, es un insulto a los electores: “a ver si a la tercera ya no se equivocan, imbéciles”.