Como no hay cuestiones más perentorias que resolver el exjuez prevaricador pide al Supremo que saquen los muertos de la basílica de Cuelgamuros. Toma ya.
En manos de este tipo de insensatos, por decirlo finamente, ha estado la Justicia española durante años, y así seguirá mientras su órgano de gobierno carezca de la independencia, léase prestigio, para ajustar tantas puñetas salpicadas, deslucidas.
Lo de la Justicia es consecuencia de una reforma hecha por el primer gobierno de González, interpretando un precepto constitucional en sentido opuesto al espíritu que lo impulsó. Es aberrante suponer que la independencia de una instancia como la que debiera cuidar del buen funcionamiento de la Administración de Justicia se consigue politizándolo. Pues se hizo con la aplastante mayoría absoluta de que gozaban entonces, qué tiempos, los socialistas.
Es lo que tienen las reformas motivadas por intereses parciales, ¿sectarios? El primer gobierno socialista comenzó su andadura tras las Navidades del año 82. La Constitución tenía justamente cuatro años. Uno de los primeros remezones para cambiar España hasta que no la reconociera ni la madre que la parió, como anunció el vicepresidente Guerra, fue el cambio de la Justicia, visto lo ocurrido en las primeras elecciones para formar el Consejo General del Poder Judicial.
Dice la Constitución, art. 122, que el Consejo “Estará integrado por el Presidente del Tribunal Supremo, que lo presidirá, y por veinte miembros nombrados por el Rey por un periodo de cinco años. De estos, doce entre Jueces y Magistrados de todas las categorías judiciales, en los términos que establezca la ley orgánica; cuatro a propuesta del Congreso de los Diputados, y cuatro a propuesta del Senado, elegidos en ambos casos por mayoría de tres quintos de sus miembros, entre abogados y otros juristas, todos ellos de reconocida competencia y con más de quince años de ejercicio en su profesión”.
Claro como el agua; en el órgano de autogobierno de uno de los tres poderes estatales la mayoría de sus miembros, doce, se cubría a propuesta de las asociaciones profesionales correspondientes. El resto, sólo ocho, a propuesta del Poder Legislativo, es decir de los partidos presentes en las Cortes que son precisamente quienes sostienen al Poder Ejecutivo.
Pero… pasó que en la primera composición del Consejo, 1980, la Asociación Profesional de la Magistratura copó los doce puestos que correspondían a los profesionales, y dado el tinte conservador de la asociación mayoritaria, los socialistas vieron en riesgo el alcance de sus cambios. Hay que quitar de en medio a los jueces franquistas, dijeron.
Y en año y medio reformaron la primera ley orgánica con otra que entregaba todo el poder a los partidos: “Los veinte Vocales del Consejo General del Poder Judicial serán designados por las Cortes Generales del modo establecido en la Constitución y en la presente Ley Orgánica”.
De aquellos polvos han salido lodazales como los cultivados por el exjuez ahora preocupado por reabrir la guerra civil tras su paso por la Argentina de la Kirchner, o del peculiar interés por las puertas giratorias de la número dos en la lista de Sánchez.
Curiosamente en uno y otra concurren muchas coincidencias: del Judicial se pasaron al Ejecutivo donde fueron secretarios de Estado en el último Gobierno de González; y también al Legislativo, ambos como estrellas acompañantes de los líderes socialistas. Baltasar Garzón, número dos de González, y Margarita Robles de Sánchez.
Hoy la diputada Robles se resiste a perder su condición de magistrada tras haber pedido la excedencia para seguir a Pedro Sánchez.
Recurrirá ante el Supremo la decisión del CGPJ que no hizo más que aplicar el artículo 357 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, «Cuando un magistrado del Tribunal Supremo solicitara la excedencia voluntaria y le fuera concedida, perderá su condición de tal«, Y el artículo siguiente establece que la excedencia voluntaria no produce reserva de plaza.
Nunca fue bueno mezclar churras con merinas; todas son ovejas, sí; las primeras dan carne y leche excepcionales y las segundas son las reinas de la lana. Pero el cruce de una y otra raza pervierte las mejores condiciones de ambas.
Como cuando se confunden Política y Justicia.