¿Qué más ha de pasar para que los príncipes opositores declinen tantos melindres para asumir sus responsabilidades? Las urnas, o sea los españoles, dictaron hace mes y pico una realidad que se resisten a asumir.
Si estuviéramos en el mejor de los mundos, el país podría seguir sin leyes nuevas, o gobierno que presupuestara gastos e inversiones y zanjara conflictos. Pero no estamos en esas.
Ayer los catalanes sediciosos celebraron el día de San Pantaleón, haciendo una butifarra a la Constitución. El desafío es tan absurdo como el terrorismo; supera las previsiones de cualquier análisis racional.
Unos matan un cura en el altar o masacran paseantes por el paseo marítimo de Niza; otros dan coces contra el Estado de Derecho que garantiza nuestras libertades. Todos con un mismo propósito: cargarse el sistema democrático en que viven las sociedades más prósperas y libres del mundo.
Sánchez tuvo ayer el reflejo de salir del retiro en que ha vegetado desde el 26-J para mostrar su disposición a trabajar en un frente común con el Gobierno, hoy en funciones, para poner en su sitio los desbarres del secesionismo catalán. Por algo se empieza. La cuestión es hasta dónde llega su ofrecimiento: postureo o adelanto de que algo puede comenzar a cambiar. Pronto lo sabremos.
Mejor ocasión no puede hallar el secretario socialista para dejar paso franco a un gobierno formado por el único que reúne alguna de las condiciones precisas para gobernar.
¿Y Rivera? Al adalid de la Cataluña constitucional no se le ocurrió ayer mejor mensaje que pedir explicaciones en la cámara a Rajoy por aquel sinvergüenza que tuvieron como tesorero. Hay que estar fuera de foco para ver en Bárcenas el gran problema nacional. Y como el lorito de la tía Mercé, repite que populares y socialistas deben reflexionar para desatascar el país que él mismo tiene bloqueado con su estrafalaria manía de situarse por encima del mal.
Cuando la UE exige mayores ajustes económicos, un parlamento regional embiste contra el ser nacional, los antisistema suponen el tercer grupo parlamentario del Congreso y, sobre todo, la sociedad española siente la necesidad de resetear la política del país, los príncipes opositores no pueden llamarse andana.
No caben amenazas mayores a las que dar cumplida respuesta. Volver a perder otro medio año por ver si en el próximo reparto tocan mejores cartas es disparatado.
Con tipos como estos, ni a heredar.