¿Hará Sánchez la ola a Iglesias en ese esperpéntico despropósito de cuestionar el recuento de las urnas el próximo domingo? Veremos cómo resuelve ese papelón el candidato socialista que corre como pollo descabezado por la senda que a diario le abre el leninista de la revolución pendiente desde el 36.
Hay que tener más tupé que coleta, hablando del podemita, para prender la hoguera de la destrucción del sistema aprovechando la manipulación de lo tratado en la visita, pública, que el director de la oficina antifraude de la Generalitat hizo hace dos años al ministro de Interior.
Cuando Iglesias se pone la venda de la deslegitimación de las elecciones antes de la herida de su derrota –no olvidemos que aspira a la primera posición de la pole- es que teme que la realidad desinfle el suflé de las encuestas.
Y además de llamar la atención internacional como si esto fuera la Venezuela de Maduro, convocará una magna manifa en la calle Génova al estilo de la que Rubalcaba organizó para Zapatero la víspera de las elecciones de 2004, y que tan buen resultado dio a los socialistas.
Sánchez y los suyos tienen todas las cartas para caer en lo mismo. Las reiteradas manifestaciones de que antes que en España hay que pensar en el partido, no adelantan nada bueno. Lo razonan con esa simpleza de que la solución de España pasa por el PSOE, razón por la que hay que cuidar primero al partido. ¿A ver si Franco iba a tener razón?
Y el perdedor de todos los comicios realizados bajo su mandato, añade que participar en la gran coalición significaría dejar la izquierda en manos de los comunistas. Fino razonamiento donde los haya; toda una confesión de la incapacidad del personaje para razonar sobre la dimensión de los problemas a resolver, y de la desconfianza, o desprecio, sobre el juicio que una política cabal pueda merecer por parte de la opinión pública.
En su carta a los electores comienza diciendo que “atrás deben quedar las intransigencias y los vetos”, ¡los vetos, leer para creer!
Y concluye pidiendo “una oportunidad para cambiar nuestro país, como ya lo están haciendo gobiernos socialistas en comunidades autónomas y ayuntamientos”. Cuán injusto puede llegar a ser el político que tanto debe a sus rivales podemitas; y cuánto descaro para ejemplificar con los gobiernos de Puig o Díaz en Valencia y Andalucía.