Como los datos no difieren demasiado de lo ya pronosticado, lo más novedoso de la encuesta hecha pública por el CIS radica en que un tercio de quienes dan por seguro que votarán aún no ha decidido por quién. Un 10% duda entre hacerlo por el PP o C’s. El primero registra el público más fiel mientras que el 40% de quienes votaron Ciudadanos confiesa que no lo volverá a hacer. Y entre quienes aún también están pensándoselo, un 9,4% no sabe si lo hará por el PSOE o por el PP, y otro 7,5% duda entre el PSOE y Unidos Podemos.
A partir de ahí los datos previstos podrían verse modificados en función de cómo se decanten los indecisos durante la campaña hoy iniciada. Los populares, que en un mes han crecido en casi dos puntos, hoy 29,2%, podrían seguir haciéndolo empujados por la ola del voto útil, dada la debilidad que manifiestan los socialistas, que en un mes han perdido cerca de medio punto, para caer en el 21,2%.
Y entre medias se ha colado Unidos Podemos alcanzando un 25,6%, dos puntos y medio más de lo que hace un mes registraba la suma de IU y Podemos. ¿Seguirán creciendo o quienes están dudando entre ellos y el PSOE se decantarán mayoritariamente por éste último?
En cualquier caso, con los actuales datos sobre el tapete, los socialistas serán determinantes del nuevo Gobierno. Estará en sus manos sentar a la cabecera del banco azul a Rajoy o a Iglesias. Si Sánchez hace lo que dijo, que sus bases serán quienes decidan, Iglesias podría instalarse en la Moncloa, manejar el CNI, etc. De momento la candidata socialista catalana al Congreso M. Batet ya se ha manifestado en favor del pacto con los de Iglesias tras las elecciones, como en Barcelona acaban de hacer con Colau.
Pero en un ataque de cordura Sánchez podría desdecirse, como tantas otras veces, seguir el camino que dejaron marcado Rubalcaba, Almunia y el propio González tiempo atrás, y recuperar su condición de tertuliano. Su partido quedaría libre para hacer lo que la socialdemocracia debe hacer cuando el populismo leninista le está comiendo por los pies.
En ningún manual político está escrito que los gobiernos han de tener la mayoría del parlamento, situación que por otra parte no se compadece demasiado con la división de poderes y el consiguiente control del Ejecutivo. La experiencia la hemos tenido aquí bien recientemente; el Gobierno Rajoy pudo ajustar el desastre en ciernes que recibió del socialista y reformar lo que quiso con su mayoría absoluta haciendo de su capa un sayo.
Lo que sí consta es que la estabilidad es un bien político del que cobra dividendos la sociedad. Y cuando ésta reclama reformar las reglas de juego el consenso se hace indispensable si se quiere construir algo duradero. Para chapuzas sobran las sufridas por los españoles durante el siglo XIX y buena parte del XX.
¿Por qué no confiar en que acabe imponiéndose un poco la cordura entre todos, comenzando por quienes aún deshojan la margarita, me quiere/no me quiere, esperando que el último pétalo resuelva su vida?