Exactamente un mes sufriendo la murga padecida hace medio año, ¿se imaginan? Y al final, una urna en la que depositar no se sabe si apoyo o rechazo, esperanzas o cabreo. Ese es nuestro panorama nacional. Los alemanes, a nuestro lado, unos frívolos juerguistas. Y para más inri, sin fútbol a partir del sábado.
No dejaba de resultar irónico el paripé de todos los partidos en torno a los gastos electorales. Se pasaron los últimos días del parlamento más breve de nuestra historia reciente discutiendo sobre hasta dónde podrían o deberían reducir los costes de la campaña; naturalmente sin éxito. De lo que tendrían que haber hablado es de la propia virtualidad de las campañas, que maldita la necesidad que tenemos nosotros, y ellos tienen, de repetir la función.
Pero los llamados políticos no van solos; les sigue una multitud de tertulianos, cámaras, reporteros y demás gentes de lo que se llamaba “la prensa” que colaboran denodadamente en recontarnos lo que ya sabemos de cada personaje, partido y programa, eso que se hace para no cumplirlo según aquel gran cínico que atendía por “el viejo profesor”.
En esta ronda la novedad son los viajes al exterior. Un exterior bastante interior, como Berlín, Bruselas o Venezuela; nada de lo que allí sucede nos es ajeno. Pero salir en los medios en escenarios distintos de los pasillos del Congreso, las calles de Zaragoza o le barrio de Sarriá, puede resultar hasta de agradecer.
Habría que abrir un concurso internacional de ideas y de líderes por ver si nos toca algo mejor de lo que tenemos. No será cosa fácil; la realidad está sacando brillo a aquel dicho popular de que en todas partes cuecen habas (menos en la Venezuela de Maduro, donde no tienen ni para fuego). Aunque peor que lo de Colau, Carmena, el Kichi y demás especímenes de la nueva política, resultará muy complicado de encontrar.
Pero aunque sólo fuera por el cambio de aires, seguramente saldríamos ganando. Y en una de esas hasta podría servirnos para aprender idiomas, ese lastre que los españolitos cargamos desde que el nacionalismo franquista impuso el doblaje a las películas extranjeras.
La de cosas y tiempo que nos ahorraríamos adoptando directamente los resultados que adelantan las encuestas.