Nos hemos acostumbrado a tomar como cosa natural que un presidente actúe a impulsos de sus más inmediatos intereses, los de su partido. Los generales, lo que convenga a las gentes del país, se supeditan a aquellos. ¿Razón? -Por que sí; porque lo digo yo. Y de forma pastueña, analistas y tertulianos razonan a partir de tales pequeños intereses propios de gentes sin grandeza.
El debate ciudadano se cierne entonces sobre qué le conviene al PSOE, esperar a marzo para abrir las urnas o hacerlo antes del invierno; si los populares quieren aprovechar la ola de las recientes elecciones locales o les vendría mejor que este Gobierno acabara de cargar con la corrección de sus errores. Pocos alcanzan a salirse del callejón por el que una manada de mansos va encabezando este cansino encierro del que demasiada gente está ya harta; mucha más que la suma de todos los indignados oficiales que el calor de esta semana, por cierto, parece haber derretido.
Sin llegar al dramatismo de los sanfermines, las sesiones en el hemiciclo de estos dos últimos días han confirmado que Zp de bambi no tiene nada; es un genuino killer político. Se revuelve ante las puyas con indisimulada rabia y miente sin empacho ni complejo alguno. El martes resultó más que dramático chusco verle sobreactuar gritando a Rajoy: “Yo le acuso de dar cifras sobre nuestra riqueza, renta per capita y deuda pública que no se corresponden con la realidad”. “Usted miente a sabiendas” y otras lindezas. Lástima que usara el mismo truco con que Solbes se quitó de encima a un Manuel Pizarro que cargado de razón advirtió de la que se nos venía encima en el recordado debate elecrtoral de 2008. Entonces aquello pudo engañar a muchos, la baraja del trilero manejada anteayer no creo que engañara ni a sus deudos.
Al killer le importa un bledo que en eso de la riqueza per cápita este país figure hoy en el puesto 48, o que nuestra economía descendiera al lugar decimotercero el pasado año -éste estaremos en el 14º-. Y pareció como si ya ni leyera su periódico amigo, que hace unos días recordaba la caída de 7 puntos de nuestra renta per cápita dentro de la eurozona.
Este era un debate sin sentido a cargo de un presidente que deja la Nación hecha unos zorros. En el plano económico, en el social y en el institucional. Bildu gobernando Guipuzcoa y más, el estado de la Justicia y el T. Constitucional, la pérdida de peso de España en el mundo, la manipulación partidaria de diversas instancias de la Administración, el vuelco político anotado hace menos de mes y medio en las urnas, etc.; todo ello es lo que define el actual estado de la Nación. Nada de ello mereció especial atención del presidente, ni por cortesía a su oponente.