¿Pasó ya la cuarentena impuesta a los populares como si de infectados por el ébola se tratara? Para mí que la aritmética parlamentaria hace milagros, y de la necesidad virtud.
El caso es que para reescribir su papel en la historia del PSOE como el secretario general que más votos perdió encabezando el cartel en unas generales, Sánchez ha ofrecido a Rivera cuanto tenía. Ahora le toca pagar a Rivera ganándose la abstención del PP en la investidura. Pare ello se revistió ayer de Suárez y citando, mal, aquello del año 77 del pasado siglo, “elevar a la categoría política de normal lo que a nivel de calle es simplemente normal”, proclamó: “les invito a sumarse a esta nueva transición”.
“Este es un pacto de gobierno entre los constitucionalistas”, y por si cupiera duda alguna sobre a quién dirigía sus palabras, pidió “valentía y generosidad a quienes compartimos la defensa de la unión e igualdad de los españoles, el respeto al marco constitucional, el compromiso con el pacto del euro y Europa, la estabilidad presupuestaria o el pacto antiterrorista”.
¿Dónde están tales exigencias en el acuerdo pactado entre socialistas y ciudadanos?
Ni las diputaciones, ni la iniciativa legislativa popular, ni reducir a cien en número de senadores, ni paralizar la ley de educación o cualquiera otra de las doscientas medidas acordadas resuelven los dos problemas esenciales de los españoles. Lo que atenta contra la igualdad y libertad de los ciudadanos es el paro y la sedición de los nacionalistas.
Una buena parte de las medidas con que Sánchez y Rivera piensan ocupar las tareas legislativas del Congreso son tópicos generados durante los últimos años. Incluida la excepción que el PSOE se reserva dentro de los acuerdos para volver sobre el aborto de las menores de edad. El resto, cuestiones de ordinaria administración que en mayor o menor medida habrán de ocupar al próximo Gobierno, cualquiera que fuese.
Pero llamar socialdemócrata al documento solemnemente rubricado por ambas formaciones no pasa de ser una metáfora, pura retórica; como de hipérbole cabe calificar el “estamos haciendo historia” con que ambos se autosatisfacían ante las cámaras.
Atrás quedan minucias como aquel juicio de Rivera sobre el cara a cara del socialista con Rajoy: «Pedro Sánchez ha llevado todo esto al barro y en el barro se siente cómodo; uno gana cuando tiene la razón, no cuando insulta«. O el “no creo a Rivera cuando dice que no votará a favor de Rajoy” con que Sánchez descalificaba hace tres meses a su socio actual. Pelillos a la mar. Todo por la aritmética parlamentaria.
En cualquier caso resulta chusco ver al cuarto grupo del Congreso ofreciendo al primero, al que multiplica por cinco su número de diputados, el honroso papel de costalero. Más que una muestra de política regeneracionista el hecho parece propio de la basura con que la mayoría de las televisoras aliena a la masa de ciudadanos inermes ante la pantalla.
Por cierto, la cultura es mucho más que el IVA.