Ay qué cruz…!

Medalla de la Orden de Carlos III

Puestos a recortar ¿por qué no comenzar por la lluvia de Grandes Cruces de la Orden de Carlos III que va a caer en breve sobre los relevados en la política nacional? Presidentes, ministros y secretarios de Estado ampliarán la larga nómina de premiados. ¿Premiados; qué méritos concurren en la mayoría de los presuntos acreedores a tal honor?

Pase que los destrozos causados durante su paso por tan principales puestos no sean perseguibles de oficio ante los tribunales; se supone que basta con la sanción política: el desalojo las funciones que venían ejerciendo. Pero que alguien explique a cuento de qué se otorga esa especie de premio de consolación en forma de la más distinguida condecoración civil hispana.

“A la virtud y al mérito” dice en latín su leyenda, y una imagen de la Inmaculada remata el centro de la cruz de ocho puntas. Lo lucen sobre su pecho ex como Bibiana Aido, Griñán o Montilla, por poner algunos ejemplos. Y siguiendo con ellos, lo lucirán si nadie lo remedia futuros ex como González Sinde, Sebastián o Aguilar. ¿Méritos, virtudes?

Entre los sin sentido que pueblan la vida pública nacional éste es uno de los más sencillos de resolver.  Bien está que el premio no tenga como referente a la excelencia, pero al menos cuidemos la ejemplaridad. Y tampoco eso cuenta hoy. La Gran Cruz de Carlos III forma parte del paquete de compensaciones con que cuentan los altos cargos desde el día de su inscripción en el BOE. Así viene sucediendo desde el franquismo.

Hay otro tipo de fórmulas para agradecer servicios prestados, suponiendo que haya servicios pendientes de ser agradecidos. Órdenes y medallas no faltan. Ahí están la del Mérito Civil o la de Isabel la Católica, instituidas por Alfonso XIII y su bisabuelo para premiar los servicios al Estado y a la Nación, respectivamente. O la de Alfonso X el Sabio, a la educación, investigación y cultura. Y tantas otras, como la medalla al Mérito en el Trabajo para recompensar el esfuerzo, que no siempre abunda, por cierto y como acaba de probar la futura ex de Cultura.

¿Por qué no comenzar por hacer bien las cosas sencillas?

Compartir entrada:

Leave a Reply