Aunque de momento no lo parezca habrá de llegar el día en que este país nuestro se tome las cosas en serio. Pasará la resaca tras la borrachera de los últimos veinte días, la necesidad se hará virtud y comenzaremos de nuevo a llamar las cosas por su nombre. Para ello necesitaremos sacudirnos de encima las convenciones que se han apoderado de la superestructura política, cosa nada fácil en una sociedad, la nuestra, acostumbrada a que el poder, los que mandan, se lo den todo hecho.
De momento los síntomas no auguran ese tiempo mejor en el que las cosas sean de verdad. Nada es hoy como parece. Vemos que los grupos parlamentarios no son grupos, sólo agrupaciones de intereses y circunstancias; el Congreso, un circo, y los partidos, partidas.
Es aberrante que en las circunstancias presentes, cuando el desempleo es la mayor empresa del país y se avizora una crisis mundial sin precedentes; cuando desde un gobierno regional se atenta contra la libertad y la igualdad de los españoles, o el tercer grupo parlamentario del Congreso proclama su objetivo de cargarse el sistema; que cuando todo eso ocurre, nadie apueste un duro por la constitución ya de un Gobierno estable. Por fas o nefas demasiados parecen dispuestos a hacer suyo aquello del turuta cabreado, o descerebrado: “Que se joda el capitán, hoy no como rancho”.
Hay circunstancias difíciles de remover, por ejemplo el apartheid que los socialistas de Sánchez decretaron contra los populares. Después de meses inoculando en la sociedad los gérmenes del austericidio y la corrupción no resulta sencillo facilitar la constitución de un gobierno a quienes ganaron las elecciones por más del millón largo de votos; ni aunque Rajoy se echara a un lado.
Y poco menos que insalvable resulta la dificultad en el caso del secretario general socialista. Tras haber cosechado los peores resultados en la historia de su partido Sánchez sólo se ve saliendo de entre los pies de los caballos calzándose la presidencia del Gobierno; como sea, con quien sea.
¿Poniéndose en manos de Iglesias, cuando el de Podemos no ha podido ni mantener el orden en su propio corral, cuya alambrada saltaron hoy los cuatro diputados valencianos de Oltra? Este dato, al margen de otras consideraciones ideológicas, debería bastar a Sánchez para contener la pulsión de vendepatrias con que va buscando apoyos.
Tampoco Rivera es como parece; su aversión a los nacionalismos periféricos podría inclinarle a facilitar la investidura de los populares pero, ¡ay!, Rivera aspira a hacerse con la bolsa de votos del PP con el mismo afán que Iglesias sobre la del PSOE. O sea, no se opondrá, pero tampoco se volcará en el apoyo. Y de coalición, poco menos que nada.
Pero con estos mimbres hay que hacer el cesto para cubrir otra nueva etapa, no hay otros. Comenzando por cosas tan elementales como que en las escuelas se enseñe España de arriba abajo, con lo bueno y lo malo de su historia, sus raíces culturales, la riqueza de su diversidad, las obras de sus creadores y el legado de sus artífices.
Pronto hará cuarenta años que se estableció la democracia. La aparente facilidad de aquella empresa no ha facilitado la responsabilización de una sociedad carente de precedentes democráticos, y consciente de que sin su participación activa la democracia representativa acaba en manos del trilero más avispado. Por no hablar de los caudillos que se arrogan la voz del pueblo.