Más que resiliencia lo que da a Artur Mas esa insólita capacidad para afrontar fracaso tras fracaso es el miedo a verse en las mismas que su padrino, el exhonorable Pujol. La independencia de Cataluña, o será el miedo a dar con sus huesos en la cárcel la causa de tanta contumacia.
El personaje, un segundón que arruina cuanto toca, no es lo más relevante de la crisis en que se ha instalado la sociedad catalana. Se ha convertido en anécdota, poco menos que un estorbo. Lo insólito, lo que alcanza el nivel de categoría, es la pasividad con la que esa sociedad asiste a empeño de Mas en permanecer cubierto por la senyera cuatribarrada como en la edad media se acogían a sagrado los perseguidos por la justicia.
Lo que estremece es que la burguesía presuntamente ilustrada catalana, sus industriosos círculos y cámaras, los suscriptores de aquella Vanguardia entonces tan española, socios del Liceu y señoras de alto copete, en fin la “gente de toda la vida”, no mueva una ceja viendo la catadura de los agentes de la CUP en cuyas manos Mas y sus socios han depositado el futuro catalán.
Ese es el problema; Mas no pasa de ser una mera secuela de la enfermedad que tiene anulados los reflejos de una sociedad en decadencia. Un cuerpo social que en las próximas elecciones puede llevar hasta la presidencia de su gobierno autónomo a gentes como la alcaldesa Ada Colau, por poner un ejemplo, o a la señora Forcadell, la del viva a la república catalana con que estrenó su trono parlamentario. ¿Eso es todo Cataluña?
El temor de Mas a sentarse en el banquillo de la Audiencia Nacional está impidiendo la salida del estado de lisis, la descomposición causada por la ruptura de sus anclajes naturales, que sufre esa quinta parte de la nación española. El problema es nuestro, pues.
Que haya o no de ir a la cárcel a casi nadie importa, tal vez a algunos conmilitones socios de intereses y confidencias que hoy mantienen enhiesto su ridículo estandarte lacio y raído tras tantas derrotas. Porque si les interesara la independencia por encima de todas las cosas los hasta ahora convergentes cederían el paso a otro candidato, como Junqueras alega. ¿O es que no quieren como compañeros de viaje a la CUP?
El Mas que comenzó diciendo no saber nada de los millones de su señor padre en Liechtenstein hasta su regularización en 2008, acabó confesando hace un año que lo supo desde siempre, es decir, siendo Consejero de Hacienda y luego Primer Consejero de Pujol. Cuanto hasta ahora ha mantenido sobre los negocios del clan del 3% tal vez cambie con la misma facilidad una vez sentado ante el juez.
¿Tan ciego como para no haber visto las bolsas de basura que han corrido durante años por delante de sus narices; no hablaba con Oriol Pujol, el ungido como sucesor hasta que pasó lo que pasó?