Los datos son hechos, y por lo tanto sagrados como esculpió en el Manchester Guardian su editor Charles Scott: “Comment is free, but facts are sacred”. De opiniones y comentarios acabaremos ahítos estas semanas pero cada día parece más claro que en las presentes circunstancias este país nuestro debería ser gobernado por una gran coalición durante los próximos años, tres mejor que cuatro. Ese es tiempo suficiente para abordar los retoques de la Constitución que susciten el necesario consenso, y para que entre tanto no se tuerza la senda de crecimiento y creación de empleo.
Todo ello precisa una concertación previa de objetivos e intereses concretada en un Gobierno con un único lema: el interés general de los españoles. Y pese a tantos pesares y fatigas, que entre otras cosas provoca su carencia de empatía, el hecho es que Rajoy es la mejor opción para sacar adelante esa concertación democrática.
Más allá del millón y medio de votos, de la mayoría absoluta en el Senado y de los treinta y tantos diputados de ventaja que los populares tienen sobre el partido de los socialistas, el segundo clasificado por las urnas, la realidad es que en escena no hay nadie a la vista con el pulso probado para llevar a buen término ese trabajo.
Si en cualquier otra formación anidara el mirlo blanco que todos quisiéramos sería como para pensárselo, pero no es el caso. Los bolos así están plantados, o pinados que dicen en mi tierra montañesa.
Los españoles no se merecen ni un solo desplante como los que se marcan a la salida de La Moncloa los llamados líderes de los partidos con apoyos ciudadanos menores. Son actos de incivismo que retratan la catadura democrática de sus protagonistas. De algunos, como el que sigue empeñado en engañar a propios y extraños disfrazado de okupa, ya se suponía lo peor. Pero peor que peor es que el tal Iglesias esté marcando la agenda de la socialdemocracia extraviada por Sánchez. Y qué decir del tierno infante catalán empeñado en hacer de Suárez sin más guía que un puñado de imágenes sacadas de google. ¡Pues no se le ocurre a Rivera otra cosa que poner sus escaños en espera de lo que el socialista pueda hacer, es decir, de lo que el podemita decida!
España no está para bromas, ni siquiera para arbitristas. Los españoles están para ser tomados en serio.