Los tertulianos de partido es lo que tienen; alcanzan a hilvanar cuatro frases hechas que salpican con la consigna partidaria del día y poco más. No les pida usted otra cosa. Su horizonte dura entre cincuenta y ciento veinte minutos, depende del programa. Más allá no es que no vean nada, es que no quieren ver; así sencillo…
Ese podría ser el retrato más benévolo de Sánchez, que hoy ve a la Nación con el salvavidas de su traspiés electoral. Nadie hizo perder tanto al PSOE a lo largo de su centenaria historia como este pretendiente al papel de sucesor de Zapatero, que ya son ganas. Lo que en anteriores fiascos otros, como Almunia o Rubalcaba, saldaron con sendas dimisiones inapelables, Sánchez lucha por convertir la situación en el trampolín desde el que dar el último salto al vacío.
Alzarse con la investidura presidencial que los votos le han negado es el supremo interés de este antiguo tertuliano que incrustó en TVE Pepiño Blanco, en sus tiempos de comisario político del zapaterismo. Sabe que los podemitas no tendrán especial reparo en volver una vez más a auto rectificarse en eso del referéndum catalán como durante la campaña lo hicieron con todo lo que pudiera espantar votos del común.
Y salvado ese obstáculo, ¿qué problema en pactar con Iglesias, Errejón y el mismísimo Maduro si ya lo hemos hecho en Madrid, Castilla-La Mancha y tantos otros sitios de donde desalojamos a los más votados? Sólido argumento que ayer les espetó ayer a sus conmilitones menos afectos pero que salvaron su imagen con los arreglos postelectorales.
El documento ayer aprobado por su Comité es lastimoso por incongruente. Después de negar cualquier posibilidad de alcanzar ningún tipo de acuerdo con el partido que ganó las elecciones, concluyen su palinodia con las siguientes palabras; “Los socialistas hacemos un llamamiento al diálogo, a la responsabilidad y a la altura de miras como guías de conducta para todos los interlocutores en este nuevo tiempo político”. Homérico.
Diálogo con quién, responsabilidad ante quién, altura sobre quién… ¿Se imaginan a este país gobernado por un sujeto que habla por hablar salvo para insultar hasta la calumnia a su adversario más próximo? Yo también, pero me resisto a pensar en que tal posibilidad se haga realidad con la connivencia del partido que debería representar a la socialdemocracia española.
Altura de miras, responsabilidad… la capacidad de los falsos políticos para pudrir el lenguaje es infinita. Mientras no demuestren lo contrario el interés general de los socialistas se reduce a copar el Gobierno de la Nación con el concurso de sus más peligrosos adversarios, los del nuevo Pablo Iglesias, un amigo letal.