Las hemerotecas británicas atesoran lo mejor del periodismo universal. Y también momentos chuscos. Uno de ellos quedó plasmado en una primera plana del conservador Daily Express. Comenzaba la primera semana de agosto de 1939, y después de consultar a sus corresponsales en Paris, Berlín y Varsovia, el diario de Lord Beaverbrook tituló a toda plana: “No habrá guerra”. El 1 de septiembre la Alemania nazi ocupaba Polonia y dos días después, el Reino Unido declaraba la guerra a Alemania. La profecía se arruinó en menos de un mes.
El otro ejemplo es más reciente y recordado; octubre de 1957. Titulo en The Times, entonces órgano del establishment británico: “Niebla en el canal. El continente aislado”.
Todo esto viene a cuento de otro titular con el que ayer The Independent resumía la situación del Reino Unido tras el veto de Cameron en la cumbre europea: “Orgulloso aislamiento; como las islas Caimán pero sin su clima”.
Como hace dos días se aventuraba en este blog, en Bruselas pasó lo que tenía que pasar. Los anglosajones se hicieron a un lado para poder seguir haciendo desde al lado lo que dentro venían haciendo. La desafección británica supone para la UE aclarar la mesa de juego. Aunque su ausencia suponga algunas complicaciones de índole práctica a la hora de perfeccionar los acuerdos adoptados.
El nuevo tratado ahora preciso para hacer realidad la coordinación económica y el pacto fiscal entre los países del euro ha de ser elaborado -el parlamento europeo ya ha pedido voz para que todo no quede reducido al círculo de los tecnócratas- y refrendado posteriormente por toda la UE, los 17 del euro más los otros 9; todos salvo el Reino Unido.
A quien la niebla parece dejar aislados realmente es a los británicos. Alguno de ellos ha hablado de «la pequeña Inglaterra», como Noruega pero sin petróleo. Y Nick Clegg, el socio liberal demócrata de Cameron, tras su comedido comentario oficial, ha criticado como no digan dueñas la espectacular equivocación de Cameron tratando de salvar, en vano, los intereses de la city.
En este otro lado, el nuestro, recorrer el camino costará algo más que si no se hubiera quebrado la unanimidad, pero los pasos dados parecen cumplir las exigencias necesarias para comenzar a resolver problemas. No son suficientes, pero eran necesarios. Como Sarkozy dijo a las tantas de la madrugada del sábado, tras la ruptura británica, la defensa del euro no era sólo un derecho; era nuestro deber.