Lo de Chávez no lo supera la imaginación del creador de Macondo. Tampoco lo del vicepresidente del T. Constitucional E. Gay diciendo que sus miembros “a pesar de la impresión que se pueda dar, actuamos con libertad de criterio”. Por no hablar, ¿para qué? de lo del candidato Rubalcaba desvelando a estas alturas, mejor bajuras, que tiene el remedio para el paro; manda huevos, que decía el sargento de la compañía del Regimiento de Artillería a Lomo en que hice la mili en Pamplona allá por los sesenta.
Después de más de un mes fuera del país, internado en una clínica cubana donde al parecer le extirparon un cáncer en el bajo vientre, el caudillo venezolano ha vuelto de madrugada a Caracas. Nada pasó en Venezuela durante su ausencia. La oposición no dio señales de vida. Sólo hablaron el canciller Maduro y el vicepresidente Jaua para decir que el sátrapa seguía triunfando y que volvería antes de tres meses.
El país, un tercio en la pobreza, dos años continuados de caída del PIB, inflación superior al 25% y otras desgracias, es la primera víctima del imperialismo bolivariano, sumidero por el que se han ido las rentas del petróleo más caro de lo que va de siglo, subvencionando indegenismos, populismos y demás rémoras del progreso que naciones vecinas vienen labrándose desde hace años.
Pero no pasa nada. Es más, el caudillo transmitía desde la Habana hace veinticuatro horas a sus juventudes que el amor que le muestran es la mejor medicina. Aunque poco amor debe de ser ese a juzgar por las fotos suministradas. Si en ellas se ve a un Chávez macilento y en los huesos, qué no se verá en las no autorizadas. Pues con eso y todo lo demás, no pasa nada.
Aquí no resulta menos sorprendente ver al vicepresidente de nuestro Tribunal Constitucional andándose por las ramas en una entrevista concedida o pedida no se sabe por qué ni para qué. Porque no sería serio que la página que le dedica el diario amigo tuviera el objetivo de desmentir que su rechazada dimisión en compañia de otros fuese motivada por el caso Bildu. No; los vocales del Constitucional tienen acreditados valor y entidad suficientes como para soportar el peso de sus decisiones, se supone.
Claro que también cabría suponer que sus miembros no siempre vayan a pronunciarse en la dirección predeterminada por sus afinidades, creencias o proponentes, y sin embargo sucede lo contrario. ¿Cómo no pensar en su politización? Dice el sr. Gay que no ha recibido ninguna presión política, ¿y qué falta hace cuando el máximo nivel de consenso alcanzado en los nombramientos no es tanto sobre los nombres como en el número, en el mero reparto de vacantes, y ni en eso se han puesto de acuerdo en dos años poder y oposición?
Pero cuando don Eugeni ya roza el cielo es en los términos con que defiende la presencia de Bildu en las instituciones: “Jamás en democracia se puede hacer uso de la exclusión del diferente”. ¿Jamás? El 16 de enero de 2004 y con el voto del sr. Gay, el Constitucional hizo uso de la exclusión del diferente rechazando los recursos de Batasuna y Herry Batasuna, contra la sentencia del Supremo nueve meses antes dictada. Caso paralelo al de Bildu diez años después. También en puertas de unas elecciones.
La Ley no ha cambiado. Los “diferentes” tampoco, según tienen acreditado las fuerzas de seguridad. ¿Qué criterios pues ha usado en el caso Bildu el Constitucional, sr. vicepresidente?
Quizá sea más directo preguntárselo a otro vicepresidente; el del Gobierno, candidato Rubalcaba. En todo caso tampoco aquí pasará nada.