La yihad no tiene la exclusiva del terror. En la América hispana hay otro frente por ahora desatendido. El terrorismo es ejercido desde un Estado contra sus propios ciudadanos.
En vísperas de unas elecciones que pueden restaurar la democracia a Venezuela, los actuales detentadores del poder han decretado amedrentar a los ciudadanos para impedir su libre manifestación en las urnas.
Desde el cierre de fronteras con Colombia alegando fantasmagóricas amenazas del país vecino, hasta el puro y duro crimen político. Ayer se produjo el último. Ante millares de personas reunidas en un mitin en la ciudad de Altagracia, el secretario general de Acción Democrática en el Estado de Guárico, cayó balaceado. La sangre salpicó a Lilian Tintori, esposa de Leopoldo López, en prisión desde hace más de un año.
La táctica terrorista difiere poco de la aplicada por el Daesh. Matan a un sindicalista que hace dos años decidió dar un paso al frente por las libertades. Luis M. Díaz no era un plutócrata más de los siempre presentes en la demagogia chavista, no; eligieron a un trabajador como muestra de lo que puede suceder a cuantos pretendan salirse del pesebre. La víctima, uno de los suyos que eligió el mal camino; un hereje de la secta.
A un par de metros Tintoti, la esposa de uno de los símbolos de la resistencia al régimen, añade una señal más de estar marcada por los asesinos de Maduro, Cabello y compañía. Casualidad o no, el hecho es que la avioneta en que viajaba para llegar al mitin comenzó a tener problemas antes de tomar tierra.
Si el objetivo del terrorismo es infundir terror en la población, lo que hacen las autoridades del la República Bolivariana es terrorismo. Sin suicidas por el momento, ni burkas ni refajos explosivos, ni salves a ningún supremo dios, pero con la misma finalidad perseguida por los islamistas que matan allí donde lo decide aún no se sabe quién.
Como no podía ser de otra manera, Maduro acusó a los opositores de haber abierto una guerra: “Guerra avisada… Ya saben, pues. Llamo a la paz y a la convivencia”. La oposición, dijo, paga entre 30 mil y 50 mil dólares para captar a chavistas armados: “Sé que están moviendo mucho dinero para comprar alguna conciencia de nuestra Fuerza Nacional Bolivariana”.
No es impensable suponer que, con todo ello, el sucesor de Chávez esté acumulando excusas para suspender unos comicios ante los que se siente inseguro. Además, si la detención en Haití de los dos sobrinos de su mujer Cilia Flores, hoy procesados en Nueva York como narcotraficantes, ha cortado los fondos para la campaña oficialista y poder rellenar el pesebre… Ochocientos kilos de cocaína distribuidos por los Estados Unidos habrían dado para mucho.
Pero el mundo sigue mirando para otro lado. Y aquí, ¿cómo van a asociarse a cualquier pacto antiterrorista los ideólogos españoles de aquel régimen?