En Argentina un candidato independiente ha logrado descabalgar del poder al peronismo. Es la noticia del día, y quizá lo será muchos más días y no sólo en el país austral sino para todo el continente suramericano.
El régimen instaurado por Juan Domingo Perón y Eva Duarte en los años 40 del pasado siglo ha supervivido a golpes de Estado, dictaduras militares y a breves interrupciones a cargo básicamente del partido Radical, versión criolla del socialismo. Los doce últimos años han corrido a cargo de la versión kirchnerista protagonizada por Néstor Kirchner y su viuda Cristina Fernández.
El triunfo de Mauricio Macri, más de medio millón de votos de diferencia sobre el continuista Scioli, removerá las estructuras políticas. Dentro de los gobernadores regionales, de mayoría justicialista, varios se han abierto ya a la colaboración con el nuevo gobierno, como lo ha hecho Massa, el tercer candidato eliminado en la primera vuelta, de origen justicialista.
“Este cambio no puede detenerse en revanchas o ajustes de cuentas”, ha dicho Macri. La tarea que afronta el futuro presidente liberal no difiere mucho del reto que significó la Transición española del franquismo a la democracia.
Tanto en términos políticos por lo que supone desmontar un movimiento pretendidamente totalizador, prácticamente ha jugado durante más de medio siglo el papel de partido único con tendencias en su seno, como por la situación económica que atraviesa el país y el conjunto de la región.
Pero es en ésta donde el cambio de régimen en Argentina abre horizontes nuevos, sobre todo en Mercosur y concretamente en Venezuela y su área de influencia, los países del ALBA. Las próximas elecciones en Venezuela, donde los sondeos pronostican el posible ocaso del chavismo, podrían complementar un cambio radical en las relaciones políticas de todo el continente.
Pese a tener uno de los más altos niveles culturales de América, la historia del país austral sería incomprensible de no mediar el factor justicialista, el peronismo que ha parasitado todos los resortes del poder. La sexta potencia económica del mundo en los años cuarenta hoy es la vigesimoquinta. En términos de renta los datos son aún más claros: en 1950 sus 4.987 dólares per cápita más que duplicaba la española, 2.397 entonces; hoy los términos se han invertido, 34.899 frente a los 15.900 de la Argentina.
Macri no lo tiene fácil; nunca lo ha sido acabar con el populismo, y menos aún al cabo de cuatro generaciones.