No parece que Rajoy disfrute barajando ocurrencias. Cabe pensar por ello que sus conversaciones con los sindicalistas y la patronal, o la de Sáenz de Santamaría con el catalanista Duran son señales de cómo el próximo primer ministro pretende gobernar. Cosa distinta es que pueda seguir avanzando por esa vía porque para hablar, como para el tango, hacen falta dos, al menos. Aunque no es menos cierto que a veces los pies se van solos tras la melodía.
Puede pasar con la crisis que repica por todos los rincones. El drama es tan conocido, por vívido, que no es preciso ponerse wagneriano para que los responsables sociales y políticos se apresten a arrimar el hombro desde el primer día. Con ese 23% de parados que ayer nos descubrió el Eurostat, el escaqueo, andarse por las ramas es seguro que saldrá muy caro.
Hoy reclamar contraprestaciones como el pacto fiscal de que habla el gobierno autónomo catalán o poner sobre la mesa la política penitenciaria de que habla el lendakari socialista, constituyen formas de salirse por las ramas.
Está claro que en cualquier caso la mayoría ha de gobernar la nave, con viento o sin él, hacia el puerto elegido. Y no menos claro es que si lo importante es llegar, hay que evitar distracciones por la ruta. Pocas veces serán precisas mayores dosis de prudencia en el manejo del timón para que la autoridad supere las resistencias del rechazo. De ahí la importancia del método.
El necesario ajuste fino requiere respuestas para ir limpiando la señal de ruidos, de adherencias indeseadas. Esa es la función del diálogo que no debería perderse como método. De haberse practicado en estos tres últimos años hoy estaríamos en otra.