La dirigencia popular parece empeñada en no evitarse un error, y es de lamentar porque el resto tampoco está como para tirar cohetes. Unos por cursis redomados, porque eso de “el oasis de entendimiento” con que el ciudadano Rivera definió su apoyo al gobierno socialista de Díaz es antológico; otros, sin salir de Andalucía, por el descaro con que tuercen el curso de la Justicia: hace un mes preguntaba desde aquí qué fue de los ERE, pues ya lo han visto. Y los hay que no pierden comba en tratar de demoler el Estado del que viven, aprovechando que un tal Zapatero les adelantó trabajo aflojando los pernos del tinglado institucional.
Pero volviendo a los que vienen mandando, y que posiblemente echemos en falta dentro de un año, su tenacidad sería digna de encomio si no fuera porque la reservan para cavar su propia sepultura. Crisis como la de su dirección en el País Vasco resultan significativas por demás.
Difícilmente podrían tener una dirigente mejor adecuada al momento que vive aquella comunidad. Como también Basagoiti lo fue. Pero el viejo partido de la derecha se resiste a repensar a qué y dónde conducen determinados fundamentalismos que hoy resultan estrambóticos. ¿No se habrán dado cuenta los populares de que los caminos que han trillado en las comunidades vasca y catalana sólo conducen a la nada?
Ocasiones no les han faltado, tantas como consultas electorales han pasado desde que se hicieron cargo del desguace de aquel centro de dirigió la Transición. Pues ni con esas; ahí van ere que erre empañados en seguir exprimiendo no se sabe qué esencias, letales para gentes como Arantza Quiroga, que hacen de la convivencia en libertad el eje de su actuar.
Parece como que les importara un bledo abrir, o permitir, en plenas vísperas electorales una crisis de identidad de la que nada positivo puede salir. Y de imagen, una derivada de menor enjundia aunque tal vez sea el factor que prime para muchos, ¿la mayoría?
Siendo casi todo ello achacable a sus dirigentes, el partido ha cultivado militantes que tampoco son como para presumir. Sobre la diputada que lo es porque fue arropada dentro de una lista cerrada cabe preguntarse por qué sigue siéndolo hasta el último día. ¿Cuestión de responsabilidad?, no lo parece cuando su voto apenas cuenta dada la mayoría parlamentaria del partido. ¿Tan reciente habrá sido su caída del caballo, a lo del de Tarso? Tampoco lo parece, cuando ya hace tiempo adelantó lo que ahora ha confirmado.
Razones no le faltan, pero no tiene razón. Esas cuestiones, su renuncia y denuncia, se sustancian dentro antes de dar cuartos al pregonero. Como dice el doméstico refrán, los trapos sucios se lavan en casa, Cayetana.