Tiene gracia el lema que se buscaron los secesionistas para albergar una lista de desiguales que andan a trompicones por ver quién puede formar mayoría con quién en la cámara catalana. Una lista en que parece marcar el paso el comunista Romeva pero no; porque quien realmente manda es el izquierdista republicano Junqueras.
Una lista que recoge eso que llaman organizaciones civiles, como si los partidos fueran militares o simplemente inciviles; organizaciones cuyas presidentas, una izquierdista republicana y la otra comunista, postergan al bombero pirómano que mandaba en la Generalitat, y aspira a seguir haciéndolo, hasta el cuarto lugar.
Una lista a la que va a votar parte de la burguesía catalana embaucada por embustes, banderas y demostraciones populares; gentes de orden y mirados para la pela que corren con el entusiasmo con que en los Sanfermines suben los toros por la calle pamplonesa de la Estafeta camino de la plaza donde, sí o sí, mueren.
Una lista que, como me hacía ver un fino analista de nuestro tiempo, ha conseguido dar vuelta a la realidad convirtiendo semánticamente la ruptura en unión, y el No a la convivencia en un Sí a no se sabe qué. Y es que todo esto que ocupa el tiempo de quienes deberían dedicarlo a resolver los problemas de las gentes, y el de las propias gentes, está montado sobre una inmensa patraña.
Para colmo de sin sentidos, unos señores que han demostrado su incapacidad para gobernar una región pretenden hacerlo en todo un Estado; un Estado de la señorita Pepis, ciertamente, pero con ínfulas de hacienda, ejército, justicia y hasta una compañía aérea de bandera propias. Y embajador en la ONU.
Los políticos del otro lado, los mal llamados constitucionalistas, seguramente no han podido hacerlo peor a la hora de enfrentar la cuestión; lamentables, pero ello no puede ocultar que los responsables primeros de este sindiós tienen nombres y apellidos, todos ellos identificables en la lista de marras, aunque en ella no estén todos los que lo son.
Las apelaciones al diálogo siempre están bien porque sin él no hay libertad real. Pero el diálogo no son gestos sino actitudes. «Si ganamos, el 28 haremos gestos de diálogo con los partidos que hayan apostado por el no, porque el nuevo país lo tendremos que construir entre todos”, dijo anoche en su mitin final el aprendiz de brujo que ha prendido el cirio.
¿Gestos? En nuestro idioma hay expresiones ya hechas como diálogo de besugos, para la conversación incongruente, o diálogo de sordos, cuando los interlocutores no se prestan la atención requerida. Inventarse otra modalidad con eso de los gestos parece excesivo. Por cierto, en catalán diàleg de besucs o de sords. ¿Ven que no es tan lejano?
Seguramente quienes primero tengan que abrirse a dialogar entre ellos mismos sean los componentes del Separats pel No.