El Estado, amenazado

Illa introduce a Puigdemont en la sede de la Generalitat en Bruselas

Soportar la estomagante presencia de Sánchez Pérez-Castejón sin apagar el televisor es un síntoma de idiocia social. Un primer ministro sin más programa que seguir atornillado en su escaño, sólo o en compañía de golpistas y exterroristas pagados con amnistías y pasta de los presupuestos que no tiene, e incapaz de salir a la calle porque le cae la del pulpo ¿cómo es posible que tenga la desfachatez de seguir tan campante?

No es preciso mentar los problemas que sus allegados más cercanos familiar y políticamente tienen con la Justicia, ni siquiera los turbios movimientos de su compinche Zapatero y de otros mandados que posiblemente caerán en el mismo saco; no hace falta.

La situación es tan negra, la suya y por extensión la de todos nosotros, que mientras la política mundial anda redefiniéndose con el riesgo de caer en una tercera guerra mundial, el primer ministro del Reino de España centra toda su atención en resistir su posición.

Qué decir de la acogida en una sede del Estado español al golpista que vive de los siete escaños que le alquila en el Congreso. El tal Illa llevará ese encargo como un baldón el resto de su corta vida política.

Gobernar en una democracia parlamentaria sin parlamento, coaccionar al poder judicial, utilizar en beneficio propio la fiscalía y la abogacía del Estado y cegar los canales independientes de los que se alimenta la opinión pública, constituye una perversión del sistema sin precedentes.

El Estado de Derecho está seriamente amenazado en uno de los grandes países de la Unión Europea. Y de esto no nos salva la UE ni la OTAN, nadie salvo nosotros mismos.

Pero lo sorprendente es que, como lo del dedo y la luna, parece como que no viéramos más allá del teatrillo que nos sirven los centenares de escribas presidenciales, animado por el trasteo de ministros insólitos contra los molinos de viento que don Alonso Quijano confundió con gigantes.

Una cosa es cierta; la salida normal está topada. Los constituyentes no llegaron a imaginar que al cabo de unas décadas un fulano pervertiría las reglas con el empeño que Sánchez se ha desempeñado. Sólo la Justicia, defendida por la opinión pública, puede romper

Las alusiones que viene haciendo al capitán que no abandona la nave, que no dejará la obra sin terminar y lo malísimos que son los enemigos no es nada original. Hace cincuenta años era la “conspiración masónica izquierdista” hoy, una gran mayoría harta del sanchismo y sus rémoras apandadoras. ¡Memoria histórica!

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Posted jueves, septiembre 4th, 2025 (2 hours ago) under Política.

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