Lo que son las prisas. Como si se viera desalojando la presidencia tal que el vecino portugués, Sánchez vuela de aquí para allá con el pretexto de la crisis de defensa. Anteayer se permitió un día de asueto para marear la perdiz sin salir de casa en una indecente jornada fungiendo como si fuera rey constitucional. El parlamento le asusta más que la luz al murciélago.
Pobre hombre, se emperifolla como maniquí del Corte Inglés de los años 80 pero no llega a comerse una rosca. Su impotencia ya es verso común en cancillerías, think tanks y en su propia casa, donde no puede conseguir nada sin echar mano del juego sucio de juguete roto.
Cuenta con una salida en el muro del progreso, oculta por la tupida red del laurel que recorta los fines de semana para coronarse. Ridículo césar de la historieta a que ha reducido su presidencia. Por ella serpenteará sin vergüenza alguna por entre los principios constitucionales que juró defender, las leyes y reglamentos que arman el tinglado estatal, y el decoro propio de toda persona de bien.
Solo, como solos terminan quedándose los tahúres en la mesa de juego, habrá de enfrentarse en algún momento a la realidad, bastante más clara y sencilla de lo que un bribón se imagina. Y la realidad es que el país que gobierna es el único que carece de presupuestos generales de dónde colgar lo que ha de aportar, que no tiene memoria alguna que presentar para conocimiento de sus socios europeos de su contribución a la seguridad, ni capacidad parlamentaria para aprobar nada.
¿Cuánto tiempo podrá seguir columpiándose como el elefante colgado del hilo de una araña?
La desfachatez de tomarse el derecho de los ciudadanos a beneficio de inventario es de reducirlos a súbditos. Sánchez es un peligro para la convivencia de los españoles, está quebrando sus cimientos y principios tan básicos como que el gobierno de un sistema parlamentario se basa en las mayorías.
Perdió todas las elecciones recientes, regionales, nacionales y europeas, realidades fácticas que burló con acuerdos dolosos con minorías antisistema. Sin llegar a cumplir dos años, los equilibrios internos del montaje han saltado por los aires. Los intereses satisfechos y el dinero pagado a los partícipes de aquel “somos más” no han sido suficientes, ni nunca lo serán.
Alemania le ha mostrado la única solución posible, aunque aquí será poco menos que imposible. Porque, además del cenagal que cubre sus circunstancias gubernamentales y hasta familiares, el personaje está cegado y los ciegos difícilmente pueden conducir a buen puerto a nadie.
Exprimido el Falcon, toca hacer mutis por el foro.