España en Europa

Adhesión de España a la Comunidad Europea

Deberíamos pensar en hacer realidad aquello de que no hay mal que por bien no venga. El payaso que sueña en Washington con pasar a la historia como hacedor de una nueva era ha forzado a la vieja Europa a despertar del sueño del final de la historia.

El asalto popular al muro de Berlín y la caída del imperio soviético consolidaron el dominio, quizá más formal que real, del capitalismo, la democracia liberal de los derechos humanos y de una pax atlantica esporádicamente asaltada por conflictos locales.

Aquel mundo no es el de hoy. La Europa rica, desarrollada, culta y disfrutona se encuentra de la noche a la mañana envuelta en la red trenzada entre un ludópata transatlántico y un dictador a la reconquista de un imperio.

Los dos polos de la guerra fría en que crecimos y nos desarrollamos han cambiado aquella la disuasión basada en sus arsenales nucleares por una cooperación en ciernes para someter a los ochocientos millones de ciudadanos libres de Europa.

La suma de éstos más los trescientos cuarenta millones de norteamericanos y ciento cuarenta y seis rusos, representa unos recursos humanos similar a los de la potencia emergente que unos y otros tratan de frenar, la China de Xi, y sobre todo un mercado indomable.

El mero instinto de conservación está despertando las dormidas conciencias europeas. Lamentablemente hoy no cabe hablar de conciencia europea, pesado lastre para la defensa de nuestro modo de vida.

Como proyecto político Europa está in vitro. Para fecundarlo es preciso el connubio de todos sus grandes países, o por mejor decir, de las sociedades que la han vivido durante siglos.

¿Qué aportaría la española?

Está por ver cómo y a través de quién se hará presente en el nacimiento de esa gran federación de intereses, lenguas, cultos y de historias vividas que es la Europa germinal, capaz de cerrar el ciclo iniciado por la economía, por cierto con la asistencia de los estadounidenses.

De qué España les hablamos, podrían preguntarnos hoy nuestros socios, viendo el debilitamiento del nuestro Estado de derecho, las tendencias centrifugadoras, la polarización política, en fin, la quiebra del orgullo de pertenencia entre los propios españoles.

No hay otro remedio que tomárselo en serio, nunca es tarde. Sólo se precisa, eso sí, el compromiso exigible a los representantes del pueblo, de la sociedad organiza políticamente en democracia representativa. Por ello es perentorio resucitar las Cortes, que el parlamento hable, que España se manifieste. Esa es la obligación ineludible de quienes pueden hablar en el nombre de la inmensa mayoría de los ciudadanos.

¿Cabe sospechar de la infamia de cualquier responsable político en esta coyuntura? Sí, ateniéndonos a lo que estamos viviendo. La ceguera que el egotismo impone a quien sólo responde a estímulos de su propio poder alienta esa posibilidad.

Sería la mejor ocasión perdida para comenzar a resolver los problemas creados, los desafueros cometidos, las incertidumbres abiertas sobre nuestra propia existencia como nación. Cerrar semejante oportunidad histórica, esa es su dimensión, arrastraría el nombre del responsable por el barro del deshonor que entierra a los felones.

A eso se expone Sánchez Pérez-Castejón de seguir el ejemplo de Fernando VII ciscándose en los españoles.

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Posted lunes, marzo 10th, 2025 under Sin categoría.

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