Nuestro mundo está a punto de reventar; el suelo que pisamos se quiebra a golpes del martillo pilón con el que un payaso juega como mono con revolver. Las amarras se han deshilachado y la nave comienza a ir adónde nadie sabe.
En esas estamos, pero aquí seguimos la estela de aquellos que discutían sobre el sexo de los ángeles mientras el imperio romano oriental se disolvía dando paso a una nueva era.
¿Qué demonios hará falta para romper las cadenas que atan el porvenir de los españoles al inicuo egotismo de un primer ministro con pies de barro, que carente de mayoría parlamentaria propia cabalga a lomos de chantajistas?
Dentro de un tiempo, no sabemos cuánto aún, todos echaremos en falta lo que el viento se llevó. El sueño de Europa, cuna y calvario de nuestra cultura, capaz de engendrar libertad y represión, democracia y tiranía, tanto a Churchill como a Hitler o Stalin, está a punto de terminar como pesadilla.
Pero aquí, en la cuna del primer gran imperio universal en el que nunca de ponía el sol, los dirigentes políticos se increpan hoy como si les fuera la vida en que los jueces pongan en su sitio a un fiscal general inaudito y a la corte gubernativa.
O por si hay que elevar el mínimo exento en un tramo de la fiscalidad en el que nadie declara su exiguo ingreso. O por el beso robado por un sinvergüenza a una futbolista,o el rijoso fundador de Podemos, o la agenda de señoritas putas de un asesor ministerial.
¿Será que no hay nada más serio de qué hablar? Por ejemplo, hacer lo necesario para que la gobernanza de la nación se dirija desde la inmensa mayoría de los españoles que dieron su voto a los dos grandes partidos, el centro social del país; 137 escaños de los populares más 121 de los socialistas hacen un total de 258 para recomponer los destrozos causados por las rémoras de las que se ha servido al sanchismo. Ese esfuerzo centrípeto rompería la castrante polarización actual.
Imposible, tal vez, pero cuando lo posible nada resuelve ¿a qué vamos a apostar? A lo más alto, ante el abismo es lo que toca a las gentes responsables, a los ciudadanos libres con conciencia de sociedad.
De momento bueno sería callar todos para que hable la Justicia y, ya que los mandamases no se ocupan de defender lo nuestro, poder escuchar las voces de cuantos aún reflexionan sobre lo que pasa, y puedan alertarnos como a los romanos los gansos del Capitolio con sus graznidos. También aquel fue un final de partida.
Parece que ahora nos toca a nosotros dar el salto. Será una nueva Edad Contemporánea marcada por la I.A., el asalto al Derecho Internacional, antes llamado derecho de gentes, y la caída de Occidente. ¿Cómo la denominará la Historia futura?