Dos presidentes en buena onda
Más allá del elogio que merezca la decisión ¿de dónde saca Sánchez los mil millones que ha prometido a Zelensky? Sin consultar al Congreso ni a la oposición, ni siquiera recabar la conformidad de sus socios de gobierno o parlamentarios que podrían rechazar el presupuesto habilitante de un decreto ley, el autócrata dispone de lo que no tiene como si todo fuera suyo.
Cada día que pasa en el banco azul los españoles perdemos hasta el sentido común porque no hay forma de encajar cuanto hace en los esquemas propios de una democracia parlamentaria.
Ha convertido la arbitrariedad en principio para aparecer como una especie de Deus ex machina que mina la salud ciudadana de los españoles al manipular sin el más leve sonrojo la realidad que viven.
La desfachatez necesaria para achacar al rival lo que en él es un atavismo amenaza con convertir la política en un duelo de trileros. Mantenido con los votos de una grotesca compañía reta al opositor a desembarazarse del atolondrado trumpista que preside la derecha extrema. Como si estos marcaran a los populares la senda como la que él recorre canturreando “antes muerto que sin silla” bajo los acordes de comunistas, golpistas y demás farsantes.
Mil millones, y ochenta y tantos mil más dispuestos para satisfacer el alquiler de la Moncloa. No tiene límites conocidos y por si algo fallara, que fallará, siente las espaldas cubiertas con un tribunal de apelación, antes llamado constitucional, que se ha sacado de la manga.
El fiscal García Ortiz caerá, pero Conde Pumpido apreciará que el Supremo se excedió en el proceso. Su anterior número dos en el partido y algunos más caerán por chorizos, pero Conde algo apreciará que les permita seguir disfrutando de sus señoritas pagadas con la pasta distraída. Hasta el techo de cristal que cobija a su familia podrá saltar en mil pedazos, pelillos a la mar.
Siempre con las peores artes mientras tenga ocasión, el autócrata seguirá ofendiendo a los ciudadanos proscritos por hacerle perder las elecciones. Recompuesta su figura con aquel falaz “somos más”, lejos de proclamar la máxima democrática de que gobernaría para todos anunció la construcción de un muro para dividir a los españoles en buenos y malos.
Aquel día no mintió.
