A pocos días de la fantochada de asumir el mando del país pese a haber perdido las elecciones, y clamorosamente, España sigue mirando para otro lado. La dictadura tendrá media docena de padres, dos de ellos españoles; la derrota, millones de ciudadanos acallados por la mayor satrapía occidental de nuestro tiempo.
Las imágenes de Rodríguez Zapatero y Sánchez Pérez-Castejón se unen a las de delincuentes internacionales como Maduro, Cabello y los hermanos Rodríguez en el cuadro de deshonor de la política iberoamericana.
Allá cada cual con su propia conciencia y aprecio por su memoria, pero como españoles una inmensa mayoría ha de sentirse ofendida por el desprecio a las libertades y derechos humanos que revelan dos personajes que ocuparon la presidencia del gobierno del Reino de España.
La felonía en curso aún tiene un par de días para ser rectificada y Sánchez cumplir con su deber como demócrata y español, pero nada le hará cambiar su falta de sentido, de criterio histórico.
Tenemos un Gobierno vacío de estrategia, torpe en sus tácticas y formado por un hato de adjuntos sin otro sentido que el del oído para seguir la voz de mando de quien está discurriendo por la senda de la autocracia. No hay una sola área capaz de exhibir resultados positivos propios, y los que se anuncian como tales, caso del paro, están trucados.
En la presencia de España en el mundo se acumulan demasiadas incógnitas como para reconocer la lógica de un hilo conductor presidido por la Historia y el respeto a una idea cierta del bien común. Demasiados trancos sin otro sentido que salir del paso ante circunstancias desconocidas por la opinión pública, o sea, la sociedad para quien se administra su patrimonio. Marruecos, por el sur, Palestina al oriente y más allá China; Ucrania y Rusia por el norte europeo y en el americano la ausencia de sintonía con el coloso norteamericano. El cuadro en blanco se completa con una insólita complacencia ante las dictaduras endémicas en la América hispana de nuestro oeste.
Tal vez esté pesando en demasía sobre nuestros administradores el rosario de dolores que están pasando ante la Justicia por sus malas acciones. Desde porteros de puticlubs devenidos en consejeros de empresas nacionales, las causas van adquiriendo tono y volumen con ministros, autoridades del partido, la fiscalía general, y hasta la mujer del mandamás insertos en lo nunca visto en cuestión de escándalos. Más no puede seguir ascendiendo sin derrumbarse de bruces la veleta que preside el tinglado.
Se lo tiene ganado, pero el pueblo venezolano no es culpable. ¿Qué debe nuestro gobierno a la dictadura venezolana como para permanecer callado ante el atropello? Aquí no valen excusas del interés de inversiones españolas allá. ¿Quién debe qué a quién?
Algo está podrido en… y no hablamos de Dinamarca.