Plinio el Viejo, a quien tanta historia debemos, contó que un amigo pintor tenía como principio la máxima nulla die sine línea. Los latinos entendían por línea el hilo de lino sobre el que Apeles se obligaba a pasar a diario su pincel. Con el tiempo, ya en el XIX, Zola, grabó la sentencia en la chimenea del salón en el que escribió el histórico “J’accuse” publicado por el diario parisino L’Aurore. Era una carta al presidente de la república francesa en defensa de Dreyfus, un militar judío acusado en falso de espionaje. Le costó el destierro a Zola, y con el tiempo, el militar fue rehabilitado.
Nuestra actualidad está destilando una nueva sentencia: no hay día sin escándalo. Hasta cuándo pueda resistir Sánchez y su corte las oleadas de impudicia, corrupción, cleptocracia, ilimitada mendacidad ilimitada, y amistades peligrosas en la casa del primer ministro tiene entidad para ser objeto de apuestas en los tugurios londinenses.
Ya no queda casi nada por pasar. Todo comienza a cobrar sentido. Los peores augurios se van confirmando oficialmente. El do ut des con el que Sánchez Pérez-Castejón viene burlando el final de aventura podrá mantenerle donde está mientras sus cirineos puedan seguir cobrando los chantajes.
Saben que su caída les arrastra hasta donde estaban hace años; que lo que mucho de lo que hoy parece irreversible, efectivamente lo es; pero también saben que, en mano de los ciudadanos está que puede dejar de serlo.
Depende de las urnas y también del retorno del partido socialista a la política que ayer rememoraban González y Guerra en el programa de Griso con ocasión del quincuagenario del Congreso de Suresnes.
Cómo no va a poder esta sociedad restaurar la convivencia democrática para volver a marchar hacia delante impulsada por la inmensa mayoría de ciudadanos libres, iguales y solidarios que se confiesan españoles.
Lo cierto es que, cercenada su independencia, del legislativo no cabe esperar reacción alguna. ¡Pero si la mismísima presidenta esta acosada por la viscosa corrupción! La solución, el tajo sobre el nudo gordiano de los intereses, de los controles obturados y del uso doméstico del Estado como una res nullius, está en manos del poder judicial.
Y no hay otra. Tal vez por ahí se comience a entender el porqué del largo proceso vivido para la renovación de su órgano de gobierno. El caso es que en sus manos está resolver el enigma del sanchismo en el poder.