El respeto a uno mismo es la almendra de la personalidad de los hombres y mujeres libres. Por ello no es de extrañar que la presidenta Ayuso, en defensa de su honor, mancillado con empeño por Sánchez, considerara no participar en la ronda de encuentros organizada por el primer ministro con los presidentes autonómicos, de uno en uno y en la residencia presidencial.
Desechó la conferencia de presidentes, instituida precisamente para relacionarse con ellos, pero enfrentarse a una mayoría de populares, 13 frente a 4, debió de parecerle humillante. Y lo de reunirse en un Senado, también de mayoría absoluta popular, habría rozado lo heroico, cosa que no casa con los tiempos que vivimos. Qué se le va a hacer.
Con todo, la presidenta madrileña podría haber aprovechado la oportunidad para dejarle en su sitio tomándose en serio la cita, acudir en representación de la mayoría contrastada de los madrileños y dejándole por escrito su criterio .
Habrían bastado dos o tres puntos, comenzando por su opinión sobre lo que acarrea el pacto con los golpistas catalanes que rompe la Hacienda española y los complicados equilibrios entre los recursos regionales.
Y después del oportuno índice de las exigencias que la capitalidad supone, un punto y aparte sobre algo que trasciende de lo personal. Las injurias inferidas no pueden quedar si la restitución del buen nombre de la presidenta de la comunidad madrileña, la ciudadana Isabel Díaz Ayuso. Seis minutos habría bastado para todo.
Hecho y dicho lo cual, ante la prensa a la misma puerta de la Moncloa, como sería lo natural, o en todo caso desde su despacho en la Puerta del Sol o la cámara autonómica en Vallecas, informaría del breve pero relevante encuentro, facilitaría el documento entregado al primer ministro y explicaría en dos minutos que ha antepuesto su responsabilidad como presidenta sobre la indignación personal que lleva encima por la difamación e injurias recibidas. Hubiera sido más propio de su majeza.
La degradación de la política está mellando los perfiles de nuestra sociedad. De momento esa marca se circunscribe a la minoría más sensible a las indeseadas novedades, pero el resto vive, trabaja, pena y disfruta como si no hubiera un mañana.
Esta es una de las graves responsabilidades del sanchismo ante el futuro. Leyes y reglamentos son más sencillos de disolver que la subversión cultural provocada por políticas woke.
El riesgo de liquidar el sistema de libertades que vivimos es cierto, pero no menos cierta es la capacidad de un sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido; eso de la resiliencia.
Recuperar, palabra tótem sobradamente utilizada en los últimos tiempos para reabrir hechos y tradiciones generalmente extrañados durante el franquismo, que ahora habrá que conjugarla para más amplios propósitos, como la recuperación de la concordia nacional y el respeto a todos debido, comenzando por uno mismo.