La que tenemos. Apenas cabe hablar de legislatura; el sistema está chorreando los restos de democracia representativa que lo definen. El Congreso hoy es un gran patio donde se conchaba lo menos selecto de la sociedad española para satisfacer el interés personal de un trasunto de Monipodio, el personaje que Cervantes, siempre genial, aventuró en su novela Rinconete y Cortadillo. El actual se llama Sánchez.
Y en este patio de monipodio los truhanes deshilachan un país rasgando las fibras de su Constitución; se dictan decretos presidenciales, se zahiere a los jueces que osan ejercer su magistratura, se ignora al partido que ganó las elecciones y se despachan insólitas nominaciones para atender ministerios, Correos y otras administraciones públicas.
Hay que ver, hay que ver, las ropas que hace un siglo llevaba la mujer, cantaba el coro de tiples en una zarzuela del maestro Guerrero. Pues eso, que hay que ver los desmanes de la tropa que está a cargo. La utilización del servicio del ferrocarril se ha convertido en una misión de riesgo para el ciudadano que consciente de las virtudes del uso del transporte público lleva meses arriesgándose a perder horas, su empleo y hasta la vergüenza. Por ejemplo.
¿Responsable? Quia… no hay responsable; para atender los embrollos causados figura un personaje de bronco talante dedicado a socavar los cimientos de la convivencia ciudadana y la independencia judicial con penosa vehemencia. Insólita nominación ésta del doctor cum laude, como tantas otras en la hacienda, la sanidad, la educación, la cultura, la diplomacia, las relaciones laborales, la seguridad…
Nunca en nuestra democracia la circulación de los trenes de alta velocidad registró tantas incidencias como en este año de desgracia. Del resto para qué hablar; retrasos en la puesta en marcha de nuevos servicios, estaciones atestadas, en fin, acabose el ejemplo internacional de nuestra red.
Pero hay asuntos de trascendencia no menor, como la incapacidad para aprobar unos presupuestos generales, o de reponer lo que el despelote autonómico ha deshecho como la universalidad de la educación y la sanidad parceladas como si ya no viviésemos en un mismo país. Un largo etcétera se extendería por el resto de ministerios y órganos confiados a amigos de un presidente exento de escrúpulos, ¿no es cierto?
Sin ignorar la incapacidad para elegir un presidente del Tribunal Supremo porque los progres supeditan méritos y todo lo demás al hecho de que sea mujer. Si las mujeres mandasen, si las mujeres mandasen en vez de mandar los hombres, serían balsas de aceite los pueblos y las naciones. País de zarzuela; esta del maestro Fernández Caballero.
Y el bochornoso silencio que ampara las trapacerías del expresidente Zapatero ha obligado a España a arrastrar por el lodo su obligación y derechos para abrir Venezuela a la libertad. Un exilio de ocho millones es un escándalo similar al robo de las elecciones que la desmochado la dictadura. Y España es la nación más concernida en el éxito de los libertadores del interior de aquel país hermano. En lugar de marcar el camino al resto del mundo hemos aparecido tarde y mal, del brazo de los Estados Unidos.
Reflexión final: ¿cómo va a ir mejor lo nuestro con la superestructura que soportamos? Tómense unos minutos para recordar aquellos responsables de los primeros gobiernos que conocimos hasta la irrupción del zascandil que asesora a Maduro. Y no digamos de sus presidentes, Suárez, Calvo Sotelo, González, Aznar…