No se trata de un escándalo más, impedir que el parlamento funcione como tal, es decir ser el sitio donde se explique lo que tiene que explicarse y por quien corresponda, es la perversión de la democracia. La hace el presidente de gobierno que ordena a sus palmeros habituales silenciar el parlamento. Las preguntas no se responden, las cuestiones no se aclaran, los escándalos se tapan bajo las alfombras oreadas durante los meses del verano inactivo y disfrute en La Mareta.
Si calla como un muerto ante un juez instructor por qué va a atender a un representante del ciudadano que cumple su función cuando trata de saber lo que el mandamás piensa hacer ante la inseguridad de nuestras fronteras, con el prófugo catalán o el porqué de su lacerante tibieza ante el golpe de Maduro.
Ni él mismo ni sus ministros, ¿qué diantres es eso de pedir cuentas, en nombre de qué? Los trenes funcionan como nunca, el cupo catalán y demás asuntillos no merecen un minuto de atención de la sociedad.
Y los palmeros cumplieron su papel en la comisión permanente del Congreso de los Diputados que tiene amarrada con sólidos lazos de interés común. Yo de doy una cosa a ti, y tú me das otra cosa a mí. Del dinero no hay que preocuparse, siempre sale del bolsillo de los demás…
Todo esto es la perversión de la democracia. Corrompe sus principios y vulnera la normalidad, la convivencia de las personas; lo que a fin de cuentas es la esencia de su ser.
No es un problema partidario. No caben excusas para mirar hacia otro lado. ¿A qué aguardan los socialistas para limpiar de sanchistas la historia que les han robado? Les corresponde la responsabilidad de reconstituir una organización capturada por un caradura, arruinada por la incompetencia y pervertida por una corrupción institucionalizada.
Hace cuarenta y cinco años se liberaron del abrazo del oso marxista, hoy les toca algo bastante más sencillo: limpiar de sinvergüenzas la casa.
Lo demás corresponde a la oposición. Devolver su función a las instituciones, restablecer el libre juego de poderes y contrapoderes, en suma, desatar los nudos gordianos que amenazan el sistema.
Alejandro Margo resolvió el enigma del nudo por las bravas; tras muchos inútiles intentos se dijo “tanto monta deshacerlo como cortarlo” y le pegó un espadazo. Siglos después, cuando Nebrija, el de la gramática castellana, le contó la leyenda a nuestro rey Fernando, el Católico hizo suyo el lema “tanto monta”, como queriendo decir que el monarca no puede detenerse ante la dificultad.
Pues eso, apliquen la Historia.