La defección de los de Abascal de la política nacional para participar en la troupe radical que encabezan Orban y Marine, sumerge al partido de las esencias patrias en la maniobra con que Putin trata de romper la Unión Europea.
De eso va el juego en el que no hay más que seguir las andanzas del presidente húngaro, desde el chino al ruso y llegar hasta el corrupto Bolsonaro, para comenzar a desentrañar el galimatías instalado en Europa.
El viaje de Vox hacia el abismo revela la verdadera identidad del partido que tras su fracaso tratando de sobrepasar al PP para hacerse con la manija de la derecha, cambió de objetivo a batir. Olvidó, o dejó a un lado a Sánchez, para dirigir sus baterías contra Feijóo, aliado tan incómodo como breve.
Por ahí debe de andar la gran aportación de los actuales grandes maestres de su organización. Personajes como Buxadé se han hecho con el timón de una empresa que comenzó a perder el rumbo con la salida de Espinosa de los Monteros y otros.
Pasar de 52 diputados a 33 en tres años y pico tal vez muestre la senda por la que discurra el futuro de los de Abascal-Buxadé, paralela a la que otros han recorrido. Suele ser el triste sino de partidos nacidos en circunstancias propicias, como un aparente o real vacío de poder creado por las crisis internas de los sistémicos. Sucedió en los años 90 con el CDS, quince años después cayó UPyD, y recientemente Ciudadanos.
En cualquier caso, hay que tener averiada la brújula para terminar postrado ante el becerro de sangre que desde Ucrania trata de reconstituir la URSS a costa de Europa.
Pero en el entorno brillan otras luces que podrían interferir en el proceso diseñado por el sanchismo. El entorno familiar del jefe en primer término, y el escandaloso proceder del TC que Conde-Pumpido conduce saltándose lo que hace unos años respetaba, como su declaración de incompatibilidad ante el caso de los ERE que ahora absuelve.
Hay tantos más, desde Tezanos animando a sus parroquianos, hasta ministros trabucaires dispuestos a vender el patrimonio nacional o deformar la realidad como la chiquillería juega con plastilina.
Pero lo de Begoña, termine como termine, y no sería de extrañar que acabe llevándoselo el viento, atenta contra la integridad de Sánchez. El “no hay nada” que recitan sus edecanes tiene la validez de las palabras en la nieve; servirán mientras no llegue el deshielo. Y lo de David Sánchez Pérez-Castejón, el hermano funcionario de la diputación de Badajoz y residente fiscal en el Portugal, como tantos otros expatriados al país vecino por amor a la pasta, tampoco tiene buena pinta.
Hasta dónde pueda llegar la degradación de los niveles éticos propios de toda sociedad civilizada es hoy una cuestión difícil de desentrañar.
¡Joder, qué tropa!, exclamó Romanones desde el mismo banco azul hace cosa de un siglo. Pues eso.