El señor en cuestión es el Excelentísimo Sr. D. Javier Lambán, senador, secretario general de los socialistas aragoneses y expresidente de Aragón desde 2015 hasta el pasado año.
Al señor Lambán le cumple la excelencia de haber proclamado la dignidad de los miembros de las Cortes, Diputados y Senadores, al actuar con la libertad que la Constitución deposita en sus manos y conciencias: “Los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo”. Es decir, son libres.
El señor Lambán ha sido expedientado en el partido por ejercer su libertad de conciencia y defender algo tan elemental como la legalidad.
Malos tiempos corren para las leyes cuando se dictan y aprueban por intereses ajenos al bien común. Y como Lambán ha explicado a quienes le han respondido con un expediente sancionador, la amnistía, “en mi modesta opinión, vulnera la igualdad de todos los españoles ante la ley; pone en quiebra la separación de poderes, clave de la democracia, y, en última instancia, socava la autoridad moral y política del Estado para hacer frente, ahora y en el futuro, al independentismo, que no dejará nunca de intentar la vía de la secesión porque forma parte de su razón de ser.”
Y el señor Lambán confiesa que “no puedo votarla a favor, porque incurriría en una insoportable deslealtad conmigo mismo, porque entraría en contradicción flagrante con mis convicciones éticas y políticas, y porque estoy convencido que no le prestaría ningún servicio ni a mi país ni a mi partido.”
Esta “rara avis” entre centenares de diputados y senadores viene a denunciar que los partidos son hoy clubs regidos por férreos reglamentos internos que exigen fidelidad perruna a la autoridad salida de unas primarias. Más que expresar el pluralismo y la voluntad popular se han convertido en brazo armado de sus bases más radicales.
De ahí la expiación a que ha sido sometido el señor Lambán. Porque cuando todo pende de un hilo, y para el sanchismo el poder lo es todo, no hay hilo más firme que el escarmiento en cabeza ajena. A eso está hoy reducida la política nacional.
La excelencia aquí radica en el valor de su actitud, doblemente admirable en un ciudadano castigado con un cáncer de colon, otro en el hígado y, por si la diabetes no fuese suficiente, afectado de esclerosis múltiple.
Actuar honestamente por principio, noblesse oblige. Es el último mensaje, a quien quiera entender, del Excelentísimo Senador Javier Lambán; quien se proclame noble como tal tiene que conducirse.