Interesante final de las elecciones catalanas. Parece que el personal se aburrió de ensueños y quimeras. Y en la constitución del gobierno resultante se verá el grado de autonomía real de la región; en qué medida estará sometida a los intereses del gobierno central.
En su triunfo, Illa ha recogido los votos de buena parte del establishment catalán que harto de hacer el primo con el independentismo decidió esta vez apostar por los dos grandes partidos nacionales, los que mejor han superado sus puntos de partida.
La derrota sin paliativos de ERC, el partido que presidía el gobierno saliente, es comparable con la desaparición de Ciudadanos. Los de Junqueras no han podido superar el desastrado manejo de Aragonés durante el mandato que él mismo acortó convocando antes de tiempo los comicios. No es de extrañar que ni le hayan permitido recoger su credencial para sentarse en el parlament.
Por su parte, el partido que hace siete años ganó las elecciones, bajo el orgulloso liderazgo de Carrizosa ayer tiró por el desagüe más de veinte mil votos que mejor aprovechados pudieron haber aupado un escalón más a los populares.
La pregunta que muchos se hacen es si estos resultados suponen el cierre del llamado procés. ¿Realmente nos habremos liberado los españoles de la lata soberana que nos han dado durante años?
Pronto es para responder sin conocer a ciencia cierta el porqué de tanta abstención. Como tampoco resulta sencillo adivinar cómo va a terminar el juego de tronos abierto y que muy probablemente no se cierre hasta que pasen las próximas elecciones europeas. Socialistas, republicanos de izquierdas y los independentistas del 3% no cometerán las torpezas que protagonizaron los populares hace un año tras los comicios regionales y municipales.
Sánchez no descubrirá sus cartas en el juego oculto que mantiene con Puigdemont tras pactos como el que firmaron Santos Cerdán y Jordi Turull en Bruselas que concluía acordando “la investidura de Pedro Sánchez con el voto a favor de todos los diputados de Junts”, y “la estabilidad de la legislatura está sujeta al cumplimiento y avance de los acuerdos”. Literalmente.
El caso es que el forajido se siente ahora lleno de razones para exigir reciprocidad. Aquellas elecciones, que Sánchez perdió frente a Feijóo, fueron calificadas en sus pactos de “oportunidad histórica que aprovechar de manera responsable”, y la aprovecharon cediendo sus siete escaños al perdedor.
Tal vez lo que ayer votaron los catalanes ofrezca al PP otra ocasión no menos histórica para resituarse como partido de referencia en Cataluña, favoreciendo la presidencia del Govern a Illa. Lo hicieron con Collboni en la alcaldía de Barcelona, en pacto al que no fue ajeno Illa como responsable del PSC. Gracias a ello la administración de la ciudad condal quedó libre de independentistas.
Un año después de aquel inesperado giro los populares han quintuplicado sus escaños, y no precisamente escarbando en la fachoesfera donde el sanchismo se empeña en confinarles sino creciendo por el centro, como demuestra la supervivencia de los de Abascal.
Tal vez se haya abierto otra oportunidad histórica para demoler el muro sanchista y abrir nuevas y anchas avenidas para uso y disfrute de ciudadanos libres e iguales ante la ley. Los nudos gordianos se deshacen de un golpe, el “tanto monta” que ilustraba las armas del rey Fernando de Aragón que de Cataluña sabía un rato.
Y, por cierto, no todos son iguales; ni Illa es Sánchez, ni el PSOE actuaría con la misma responsabilidad que el PP lo hizo hace un año en la investidura del alcalde de Barcelona. Y no les ha ido tan mal, a uno y otro.