El sanchismo ha dado hoy en el Congreso lo mejor de su mismidad al destrozar la concordia nacional para mayor gloria del césar fundador.
En Madrid, a madia mañana, se representó el ensayo con todo, letra, música y vestuario, de una eventual guerra civil española. Otra más.
No hay derecho, nadie tiene derecho alguno a convertir las discrepancias de opinión en oprobiosos baldones. Nazis, comunistas, corruptos, traidores, fascistas …
Hay palabras que matan, señores diputados, y ustedes no están investidos para oficiar de matarifes. Han prometido representar a ciudadanos, cada cual con su alma en su almario, que merecen el respeto que una inmensa mayoría echa en falta.
El lenguaje del odio, la ira con que algunos lo acentúan, no lo merecen los españoles; ahórrenselos. ¿De dónde demonios han salido los energúmenos sentados en los escaños de Vox, el Pissarello de Sumar, o el sanchista Rallo?
El de Rallo, por cierto, es caso interesante; diputado desconocido para la mayoría de la cámara, no digamos del conjunto de españoles, fue el designado para defender la ley en el pleno definitivo. Tal vez el resto de sus compañeros estaba contaminado por haber denostado la amnistía hasta el día en que Sánchez necesitó los siete votos de Junts.
El caso es que hoy, 30 de mayo de 2024, el sanchismo ha cerrado puertas y ventanas a la sociedad abierta, libre y de ciudadanos iguales ante la Ley que la Nación se construyó hace cerca de medio siglo. Sí, demasiado largo el paréntesis de paz y progreso, de normalidad democrática, como para que la enfermiza ambición de un pelele bailando al son de las circunstancias no se levantara a cerrarlo.
Ni derecho ni razón alguna pueden validar el atropello a nuestro sistema de vida, el de la inmensa mayoría. El “somos más” con que se abandera el caudillito y su estado mayor, ¡ay Patxi López, ay Bolaños, ay Montoro…! ¿Es que no veis cómo los mejores van descolgándose por los flancos del centenario partido que os da de comer?
En estas iniciales añagazas entre guerracivilistas sólo cantan victoria los facciosos que han doblegado la cerviz de todo un presidente del Gobierno; los autores de la ley escrita a dos manos fuera del territorio nacional; los inciviles que proclaman su victoria anunciando el próximo asalto.
Y el referéndum será vendido por el sanchismo como nuevo bálsamo de Fierabrás; el remedio definitivo para no se sabe qué en Cataluña. Extraña corte de los milagros, esta del sanchismo, que no ceja en el empeño de seguir perdiéndolo todo.
Agitado el fango, ahora el guerracivilismo; nueva categoría política para resguardar el pábilo que alumbra las últimas noches de la pareja asomada a los jardines de La Moncloa amenazados por vientos de justicia.