Está haciéndose insoportable el juego a que nos tienen sometidos todos los instrumentos jurídico-políticos del Estado y de la propia sociedad española que el Gobierno ha hecho suyos. España parece uno de esos pinballs en que la bolita -nosotros- va cayendo sin remedio entre los resortes que manipula el jugador.
El gran jugador tiene nombre, apellidos y una mala fe sin límite; saben perfectamente a quién me refiero. En una democracia plena, este personaje estaría ya despedido de sus funciones y a punto de sentarse en banquillo, y no azul precisamente. Pero para nuestra desgracia ha cegado las salidas hacia la normalidad. Por ello figuramos en muy mala posición dentro las democracias plenas, concretamente en el puesto 23, según The Economist o en el 40 para Freedom House.
¿Cómo soportar las estupideces que proclama el letrado Bolaños en su papel de ministro político por antonomasia? Sus funciones están bastante bien definidas en el término chileno “rondín: capataz que ronda los potreros y sembrados”. Pues esas son las tareas que su jefe le tiene delegadas como ministro de los tres poderes, el ejecutivo, el judicial y el legislativo.
Y en el sembrado de las Cortes ronda como si fuera de su propiedad, haciendo gala de una ignorancia, sin duda deliberada, sobre artículos de la Constitución como el 1º, “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”, hasta el 66º, “Las Cortes Generales representan al pueblo español y están formadas por el Congreso de los Diputados y el Senado”. Y tantos otros.
Es decir, ambas cámaras forman un solo órgano que “ejerce la potestad legislativa del Estado”, y ante ambas se proclama al Rey, deciden conjuntamente diversas cuestiones, aprueban los presupuestos o distribuyen entre las Comunidades Autónomas el Fonde de Compensación, por ejemplo.
Frente a esta suerte de “tanto monta, monta tanto”, el triministro arma a los renovados letrados del Consejo para destruir la respuesta de los senadores sobre el bodrio de la amnistía en horas veinticuatro y se cisca en la cámara que representa a los mismos españoles que votaron a los diputados, aunque con diferentes papeletas.
Por no recordar la figura del fiscal general y cuanto le rodea. Todo en derredor suyo resulta insospechado. Su poder, vicario del gran jugador como éste confesó arrogante al definir el papel de la Fiscalía, recuerda la corte vaticana de los Borjas, allá Borgia, tiempos del Renacimiento, con personajes tales como Alejandro, César y hasta Lola. Perdón, Lucrecia.
Y por si algo faltara, las cámaras arman drones y misiles para vivir más de cerca la lluvia de fuego lanzada sobre Israel por los ayatolás amigos de Zapatero, el de la alianza de las civilizaciones. Muchos nos tememos que aquí no tenemos cuerpo, defensas ni amigos de por medio para anular en el cielo tantos vuelos de la muerte.
Eso sí, Sánchez exprime los Falcon como si no hubiera un mañana. De Cataluña, ya hablaremos; pero de momento vayamos por el Estado Palestino hacia el Nobel de la Paz.
Váyanse, sí, a hacer puñetas; pero bien lejos.