¿Cuántos muertos necesita el presidente de este gobierno, su ministro para todo, el de Interior, o quién demonios sea para hacer como que comparte con la oposición parlamentaria el dolor de los ciudadanos que dicen representar?
¿Mil, un millón serían bastantes para abrir a los populares la invitación al acto que les encomendó organizar la UE en memoria de los atentados sufridos en Madrid ayer hizo veinte años?
Los usufructuarios del PSOE no tienen perdón.
No les basta con arrodillarse ante golpistas dispuestos a repetir el asalto; ni hacer el avestruz metiendo la cabeza bajo la mierda de la corrupción instalada en el mismo Gobierno; ni saltarse el consenso de las naciones libres y mantener línea directa con la dictadura venezolana; ni festejar con su expresidente Zapatero el triunfo que le puso en bandeja el terrorismo yihadista.
No, nada parece suficiente, y se afanan por consolidar el objetivo de aquellos salvajes crímenes de hace veinte años: cortar de raíz los consensos básicos que propiciaron la convivencia libre y pacífica de un país harto de muertes, hambres y dictaduras.
La efeméride se tiñó con algo más triste que el luto, el odio. Y dejó de ser, en la práctica, una democracia parlamentaria. Una sola de las corrientes de opinión que conforman el pluralismo político fue convocada en el acto que la Comisión Europea quiso celebrar aquí este año. Las imágenes resultaban escandalosas, tanto que allí parecía sobrar el titular de la Monarquía parlamentaria, el Rey de España.
Quizá eso persiga el reduccionismo con que Sánchez pauta las intervenciones reales, del Jefe del Estado, allí donde puede.
El presidente acompañado de cuatro ministros, los titulares de las dos cámaras, representantes de las víctimas y miembros de la Comisión Europea, que habrán sacado de nuestro país una idea extraña. Una nación estrecha, monocorde, carente de académicos, comunicadores y demás representantes de una sociedad desarrollada de ciudadanos libres.
En resumen, vente años después todo está peor; tan peor, que ahora resulta imposible reunir, como entonces, a los líderes de todos los partidos, asociaciones de toda laya y gentes de bien.
El no es no, qué parte del no no ha comprendido, y demás lindezas sanchistas son la base del muro que anunció levantar y que, como le den más tiempo terminará resultando infranqueable.
En fin, hay quien se consuela pensando en la llegada de san Martín.