El killer que funge de presidente de gobierno está fuera de sí. Negro debe de ver el futuro cuando defiende su posición con el arma bacteriológica que los déspotas acaban empleando cuando se ven arrollados. Ayer coronó su repertorio de añagazas que jalea la legión que guarda sus espaldas, temerosa de quedarse colgada de la brocha.
La corrupción no le ronda; él es el gran corruptor al malversar reglamentos y procedimientos cuando no responde sino con su desprecio a cuantas cuestiones la oposición le somete en ejercicio de su función. Lejos de cumplir con sus deberes parlamentarios, emponzoña la escena con invectivas preparadas por el centenar y medio de amanuenses que nosotros pagamos en su gabinete presidencial.
El juego de invertir los papeles, interpelar a quienes inquieren, es corrupción. Y si se ejecuta faltando a la decencia exigida en quien es designado para servir a todos los españoles, es corrupción indecente. La propia de los trapaceros que en medio de la esgrima entre caballeros sacan del refajo la faca para asestar una puñalada trapera al opositor.
Ayer lo hizo pidiendo la dimisión de la presidenta de la comunidad madrileña, naturalmente ajena a la sesión del Congreso. Nada mejor para distraer al personal que aventar un señuelo. La emprendió contra su novio, un ciudadano privado, usando información reservada de Hacienda que ni él puede conocer antes de judicializarse. Ayuso replicó, a él y a la vicepresidenta, sin perder tiempo ni palabras de más: “Mi actual pareja no está en ninguna trama…y tengo derecho a dormir en la cama que considero como persona libre.”
Tras del killer los secuaces se convierten en meritorios absortos en superar al líder. Con brillo especial se lució ayer la vicepresidenta encargada del presupuesto que tal como vienen dadas no se tramitará, aunque hace poco más de una semana el presidente rotundamente asegurara lo contrario.
El rosario de desgracias parece no terminar: resultados electorales, escándalos con ministros y hasta la presidencia del Congreso implicados, subvenciones a líneas aéreas como Plus Ultra, de interés venezolano, y sobre todo a Air Europa, con el evidente conflicto de intereses en que el presidente cayó al no abstenerse en su concesión, pese a las relaciones de todo tipo que con el holding mantenía su esposa.
Y para colmo, elecciones el 12 de mayo en Cataluña. El presidente de aquella Comunidad ha hecho algo que hoy parece inaudito: abrir las urnas al haber perdido la confianza necesaria para aprobar el presupuesto. Responsabilidad política.
Frente a la coherencia democrática demostrada por Aragonés, Sánchez ha hecho lo opuesto: prorrogar los presupuestos anteriores otro año más, y serán tres. Antes de verse descabalgado por una derrota parlamentaria en una cámara sometida a los vaivenes de dos elecciones regionales, País Vasco y Cataluña, ha echado mano de su viejo truco: esconder las urnas tras el cortinaje, ahora la Amnistía.
Pero en qué pueda quedar su mayoría Frankenstein, cuando cuatro de sus aliados están enfrentados entre sí, los vascos PNV y Bildu y los catalanes Junts y ERC, no es baladí. ¿Seguirán compartiendo unos y otros, derechistas y radicales, su apoyo táctico a quien hasta ahora tanto les ha dado, o todo dependerá de las alianzas que en ambas comunidades jueguen las franquicias sanchistas?
Naturalmente si alcanzan los escaños suficientes para pintar algo en ambos tableros, claro está. O no tan claro, porque seguir llamando convivencia al presente emputecimiento nacional puede revolver muchas conciencias históricas.