La amnistía será la tumba de Sánchez; al tiempo. Los atropellos cometidos, ya desde la primera fase de su gestación, son tantos y tan hondos que están socavando la base de su presidencia. Como mal jugador ha malversado el patrimonio de propios y extraños para hacer frente al envite de los siete escaños con que el forajido le tiene cautivo. Estaba, y seguirá estando, en el trance de jugárselo todo a vida o muerte. Y terminará perdiendo.
Como si no lo conociera, Puigdemont quedará colgado de las añagazas del personaje. Aún quedan meses por delante antes de culminar su retorno para remprender la sardana del 17, ya prometida. Porque no hay fórceps capaz de sacar adelante una ley orgánica diseñada a la medida de un delincuente, y pergeñada por el propio delincuente a espaldas del parlamento.
Ni luz, ni taquígrafos, ni siquiera en suelo español. Un prodigio incapaz de ser superado por la más avanzada inteligencia artificial. A tal punto llega el esperpento, que una vez eliminados los contrapesos que la Constitución establece para la defensa de la sociedad ante el poder ejecutivo, y limpiadas del Código Penal cuestiones tan engorrosas como la sedición, la malversación, la traición y demás figuras propias del caso, los autores del adefesio confían su eficacia al derecho internacional.
Escuchar al ministro llamado Bolaños felicitarse a sí mismo por lo conseguido es lo que tiene centrar en un departamento del ejecutivo las relaciones entre los tres poderes que configuran el Estado de derecho. ¿Quiso con ello el triministro cargar sobre sus espaldas toda la responsabilidad de este sin dios, exonerando así al presidente, viajero por ultramar?
No hay nada como poner tierra de por medio, mar mejor, para rebajar las tensiones que procura el ejercicio del poder cuando vienen mal dadas. Ya pueden caer chuzos de punta sobre ministros y demás altos cargos, la presidenta de las Cortes, incluso tu propio cónyuge, que todo se ve distinto desde el lejano Santiago que fundó Pedro de Valdivia hace cinco siglos.
Aunque no debe de tenerlas todas consigo cuando hoy no se le ocurre otra cosa que, desde tan lejano paraje, meterse con la presidenta de la Comunidad madrileña que, en la celebración del llamado día de la mujer, deslindó el movimiento feminista, que apoya, de la revolución posterior que “ataca al hombre, a la familia y a la madre.”
Sánchez saltó al ruedo para sentenciar que Ayuso “no paga justo tributo a aquellas mujeres que durante muchísimos años, ante el silencio y el rechazo social, trabajaron muy duro para que ella pudiera presentarse a la presidencia de Madrid.”
No halló mejor pretexto la chulapa madrileña para expresar su “extrañeza porque quien acaba de romper la igualdad ante la ley de los españoles, hombres y mujeres, con una amnistía a golpistas y corruptos, se dedique a darme lecciones sobre cómo celebrar que soy mujer.”
Y terminó: «Luego recuerdo que es el mismo que suelta a los violadores y agresores sexuales, y lo entiendo todo«.
Así está el patio. Monipodio sigue tan campante, tapado estos días por el alquiler de los siete escaños de un extorsionador escabullido a Bélgica desde octubre de 2017.
Dos años después, en la campaña electoral de 2019, Sánchez declaró “me comprometo a traerlo de vuelta a España y rinda cuentas a la Justicia española”. No hay nada como la palabra del presidente; no lo ha traído en cinco años y, si vuelve amnistiado, no rendirá cuentas a la justicia española.
Tanto fraude no puede quedar impune.