Es la cuestión del momento. Hay quienes piensan que mucho tendrá Sánchez que cambiar para que nada cambie. Otros le ven dando vueltas a la noria mientras suba una gota de agua por los cangilones. Y para otros la commedia è finita, aunque los actores cuenten con cinco meses más de paga, hasta el 29 de mayo.
El paso en el vacío dado por el imbatible presidente, al alimón con su biministro impecable, ha hecho temblar el misterio. (No me digan que no tienen guasa las adjetivaciones con que ambos tratan de tapar las vergüenzas de la chapuza). Rápidamente, los versolaris del gabinete distribuyeron el maná que traga cada mañana la tropa sanchista. Su imaginación dio muy poco de sí: el Gobierno seguirá a lo suyo durante los tres años y medio que quedan de legislatura.
Pocas horas después, y desde Bruselas, el propio presidente se adornó con una revolera para pedir tranquilidad a los delincuentes: “Como todo el mundo sabe, el independentismo catalán no es terrorismo. No lo es. Con este proyecto de ley estoy convencido y así lo van a concluir los tribunales, que van a estar todos los independentistas catalanes amnistiados porque no son terroristas”. Ni él mismo se lo cree; hay que borrar la palabra terrorismo porque en Europa sienta tan mal como malversación.
Los encausados, tampoco -aquello de que no se puede engañar a todos todo el tiempo-. Sí, se dirán, controla al amigo de Lola Delgado que puso en la fiscalía y a Conde-Pumpido, pero qué pasa con los magistrados de la Audiencia y del Supremo que siguen abriendo causas como si no hubiera un mañana. ¡Y ahora, hasta de alta traición!
El 29 de mayo no es una fecha cualquiera, es el cumpleaños de la disolución de la legislatura anterior. “No procederá una nueva disolución antes de que transcurra un año de la anterior”, dicta una ley, y hasta ahora las leyes están incluso para ser cumplidas.
Pero de ahora a entonces el personaje pasará por una especie de vía crucis en el que más que sangre, sudor y lágrimas se dejará girones de orgullo al sufrir dos derrotas electorales consecutivas, Galicia y Parlamento Europeo. Sumadas a las anteriores dejarán el partido abierto por la mitad.
Rendirse al forajido acampado en Waterloo supondría seguir unos meses más dando vueltas sin salida como el borrico de la ceña. Lo ha venido haciendo desde que los progresistas de derechas invirtieron en él los siete escaños que, en su extravío, imaginó haber comprado.
¿Cambiar para que nada cambie? Pero si es lo que ha estado haciendo desde que empezó la carrera de sacos que en su delirio fantaseó como una gesta patriótica. Nada de alrededor puede cambiar cuando la exaltación de su propio ser es el único objeto de su aventura.
¡La convivencia! Constatado que lejos de pacificar algo ha logrado dividir con un muro la sociedad española y hasta abrir un nuevo enfrentamiento en el propio seno del golpismo catalán, el agitprop monclovita, El País y su SER además de un ciento de funcionarios y asesores, habrá de cambiar la consigna, el relato y cuanto han venido vendiendo.
¿Hasta de caballo? Ya veremos.