Detenerse a opinar sobre la tal señora Armengol, tercera autoridad del Estado, de verdad; o sobre los magistrados Marlasca y Robles, pillados entre las batientes de puertas giratorias, el cancerbero Conde Pumpido y el fiscal general reprobado por el parlamento por hacer lo que le viene en gana, incluso sobre Bolaños, no merece la pena. Está todo dicho y sabido.
A mi me recuerdan todos ellos a las vedettes, boys y vicetiples que hicieron de la revista musical una de las aportaciones históricas del genio español a la humanidad. Como el botijo, la fregona o el chupachup; bueno, y también el submarino y el autogiro.
Una de aquellas, “La alegre trompetería”, fue estrenada por Vicente Lleó hace hoy exactamente 117 años. Como el sanchismo y su corte de los milagros, pero en fino. Es la diferencia entre el reciente “Zorra”, que ahora enviamos a Eurovisión, frente a aquel cuplé de “La Regadera”: “Tengo un jardín en mi casa / que es la mar de rebonito; / pero no hay quien me lo riegue / y lo tengo muy sequito«. Venía a decir lo mismo, pero floridamente ¿o no?
El caso es que la troupe sanchista actúa desde su bucle menguante a la espera de que las piruetas de cualquiera de sus lóbregos comparsas, ahora galaicos, produzcan el milagro de que el personal se olvide de sus tratos con Putin, de la escala en Barajas del oro venezolano de Maduro camino del Irán de las intifadas y la televisión de Iglesias, de la compra de la presidencia con el préstamo de siete votos del forajido catalán, y de la burla permanente a las reglas del Estado de derecho poniendo tapones a las leyes y peones en los contrapoderes del Ejecutivo.
Ahí va doña Carmen Calvo, de acrisolada independencia, subiendo hoy a la presidencia del Consejo de Estado después de haber sido vicepresidenta de gobierno. ¿De dónde sacan pa’ tanto como destacan?
Si no fuera lamentable tendría gracia el último número con que han tratado de rebajar a los populares hasta su propia altura, o bajura. Sacar ahora a la pasarela la imagen de unas conversaciones entre dos golpistas de Junts y dos representantes populares en al mes de agosto de las investiduras podría haber abierto en aguas gallegas un boquete en la línea de flotación del PP.
Pero la puesta en escena del entremés no tuvo ni zorra gracia.
Porque, ay, resulta que Feijóo ni compró nada ni se dejó comprar por Puigdemont. También resulta que el encuentro se celebró en Madrid y no en tierra extraña, como la Piquer diría.
Y, además, dejó claro que el muro, patraña inventada para enconar la convivencia entre españoles, terminará como el de Berlín sirviendo de reliquia como pisapapeles para recordar una época que nunca debimos haber vivido, sufrido, o simplemente pasado.