Algo así como el bueno, el feo y el malo. La actualidad comienza a sugerir imágenes cinematográficas. Aquel western que Leone rodó en España con Eastwood a mitad de los sesenta. Pues aquí sigue en pie la tramoya, como si no pasara el tiempo. Se echa en falta, eso sí, la música del gran Morricone, asfixiada hoy por la bazofia que bajo el expresivo título “Zorra” el canal sanchista llevará el nombre de España a la Eurovisión. ¿Ven como todo es un puro dislate?
Empezando por el presidente – ¿cuál va a ser? – que ha dicho muy serio que muchos hubieran preferido llevar el “Cara al sol”. Lo declamaba en un mitin de campaña gallega después de insistir ante aquellos parroquianos que el golpismo catalán no es terrorismo. ¿Acaso la cuestión no es clave para la gobernanza de los gallegos en los próximo cuatro años?
Y por si le faltaran palos al sombrajo, amenazó con que se va a cargar por una nueva vía el trabajo de los jueces. El procedimiento judicial será la próxima víctima de este napoleoncito, que no contento con arruinar los fundamentos constitucionales se apresta a diluir los códigos que protegen la convivencia de los españoles, desde el penal hasta el civil; al tiempo.
Todo ello impelido por la perentoria necesidad de consolidar los siete votos del prófugo de Waterloo. La Amnistía por la que trabaja horas extra, no hace otra cosa desde hace cuatro meses, podrá o no decaer en los controles por los que tendría que pasar, pero por si las moscas, ni terrorismo, ni malversación; aquello del golpe se resume en un jolgorio festivo con matices culturales, como ahora ha dicho el fiscal del Supremo.
Y aquí entra la urdimbre fiscal que echa sus raíces en la pareja del exjuez Garzón. Doña Lola Delgado, ministra de Justicia del primer gobierno Sánchez, pasó a ocupar el cargo de Fiscal General del Estado sin tocar ni manchar la puerta giratoria que separa el Ejecutivo del Judicial.
La Fiscal puso a su servicio inmediato a Álvaro García Ortiz, hombre de tanta confianza que cuando éste se hizo cargo de la Fiscalía General, ascendió inmediatamente a su antigua jefa a la máxima categoría de la carrera fiscal. El Tribuna Supremo anuló la cacicada y García Ortiz quedó en tan precaria situación que el Consejo General del Poder Judicial rechazó su idoneidad.
¿Y qué? Ya dijo el doctor cum laude que la fiscalía depende del Gobierno, o sea que García Ortiz sigue donde le pusieron para mayor gloria de los planes gubernamentales, Como, por ejemplo, hacer que el fiscal del Supremo, Redondo, informe ahora que no hay terrorismo cuando hace unas semanas sostenía lo contrario. ¡Los milagros existen!
Menos mal que en un rincón del sistema aún quedan jueces, como en la bretaña francesa aquellos Asterix, Obelix que se las tuvieron con el César romano para mantener su Galia independiente. Y ganaron.
Son los buenos de la Historia, y la nuestra así se lo reconocerá si se mantienen firmes, los ojos ciegos a la luz que atrae y quema a las polillas, y alejados del poder temporal de estos diosecillos de barro. Sobre ellos lleva años desatada la tormenta de su independencia nacida hace ya cerca de cuarenta años cuando el primer gobierno socialista cambió letra y espíritu de la Constitución.
“Artículo 122.
- El CGPJ estará integrado por el Presidente del Tribunal Supremo, que lo presidirá, y por vente miembros nombrados por el Rey por un periodo de cinco años. De éstos, doce entre Jueces y Magistrados de rodas las categorías judiciales, en los términos que establezca la ley Orgánica; cuatro a propuesta del Congreso de los Diputados, y cuatro a propuesta del Senado, elegidos en ambos casos por mayoría de tres quintos de sus miembros, entre abogados y otros juristas, todos ellos de reconocida competencia y son más de quince años de ejercicio en su profesión.”
¿Mas claro?